sábado, 26 de octubre de 2013

Sindicalismo europeo y sindicalismo asiático - una primera respuesta a José Luis López Bulla


Desde Pekín intenté conectar con mi blog para insertar este comentario, pero me fue imposible. Tampoco pude conectar con “metiendo bulla” y encontré muchos problemas para entrar en Google. De regreso ya, incorporo la nota escrita en la capital china:

José Luis López Bulla propone (http://lopezbulla.blogspot.com.es/2013/10/sindicalismo-europeo-y-sindicalismo.html) una interesante reflexión sobre ambos sindicalismos y su interrelación en el marco de una globalización  que, en palabras de Javier Solana, supone que “por primera vez en siglos, el foco de la economía global está desplazándose hacia el este”.
Plantea José Luis, y creo que con toda la razón, que ello va a repercutir inevitablemente en ambos sindicalismos y su relación. Sin pretender “despejar incógnitas”, como pide mi amigo, pero sí contribuir a ello a través de la necesaria reflexión de todos los muchos actores implicados, apunto a continuación algunas notas al respecto. Y lo hago desde China, donde he tenido ocasión de visitar algunas fábricas del calzado y de la confección  de la zona de Guangzhou (Cantón) y de entrevistarme con trabajadores y con algunos considerados representantes, que sin embargo lo eran más o menos, menos que más. En Beijing (Pekín) he podido conversar “oficiosamente” con responsables de las Oficina Internacional de la ACFTU (“Federación Nacional de Sindicatos de China”).
En la elaboración del correspondiente y próximo informe “China 2013 – Una nueva aproximación sindical V” volveré sobre el tema a través de las consideraciones que este viaje me ha suscitado sobre el actual “sindicalismo” chino.
Parte José Luis de la consideración de que “el sindicalismo o los sindicalismos europeo/s” va/n a resultar afectado/s. Me parece que ya están siendo afectados desde hace unos años, pero lo están siendo cada vez más en la medida que la globalización supone un desplazamiento hacia el Este de la actividad industrial, nuevas vías y contenidos de la comercial, así como un emplazamiento a las organizaciones nacionales y supranacionales, las sindicales entre ellas, para afrontar las problemas que de ello derivan.
Tras las reticencias ante la globalización por la “deslocalización“ que comportaba y algunas tentaciones proteccionistas, también chovinistas, que contaminaron al sindicalismo, pudimos empezar a discutir (algunos más que otros) qué significaba realmente nuestra frase de “globalizar los derechos”. Se desarrolló sin embargo manteniendo muchas veces un talante eurocentrista no sólo inadecuado sino además inútil, sin asumir la responsabilidad del sindicalismo de las casas matrices de las multinacionales, y encubriendo de paternalismo sindical tal irresponsabilidad.
Estas importantes limitaciones se expresan aún en los órganos de dirección de las estructuras sindicales supranacionales en las que el peso afiliativo del sindicalismo europeo, sobre todo del centro y norte, se traduce en una composición por la que éste difícilmente puede (y no está claro si quiere) jugar el papel global que le correspondería. Probablemente para que esto sea realidad no sería imprescindible que, por poner un ejemplo, hubiera menos alemanes en sus órganos de dirección, sino solamente que dejaran de parecerlo en su gestión sindical de dichos organismos, lo que también es válido para todos los dirigentes sindicales supranacionales con documento de identidad de los países más desarrollados.
Partiendo de que el sindicalismo europeo no acaba de asumir que en la propia Europa, en la Unión Europea, hay también intereses contradictorios Norte-Sur, y Norte-Este, será difícil que entienda a fondo cómo y en torno a qué intereses comunes construir la solidaridad internacionalista hacia el Este mundial (que da la vuelta y llega a Latinoamérica).
En cuanto al sindicalismo asiático, entiendo que es muy difícil considerarlo como un todo con una suficiente coherencia, por la evidente heterogeneidad de realidades. Desde una China, donde no puede hablarse en mi opinión de sindicalismo organizado sino de una aparentemente muy lenta evolución del sindicalismo oficial y de brotes huelguísticos que apuntan a un nuevo sindicalismo en un futuro creo, espero, no muy lejano, hasta la atomización de los muchos, algunos importantes, sindicalismos indios, o los pequeños y dispersos sindicalismos de Bangladesh, o el incipiente de Vietnam, pasando por interesantes experiencias sindicales en Camboya.
Sin embargo el importante desarrollo industrial de estos países apunta a unas inevitables tendencias de sindicalización de los millones de trabajadores que allí ocupan un lugar destacado en las cadenas de producción de los productos del comercio mundial y en el consumo de los países del Norte.
De los evidentes intereses inmediatos que existen, y que generan inevitablemente sindicalismos en cada lugar, habría que pasar a detectar, y transformar en acción y organización, los menos evidentes intereses globales. Y ello sólo puede, debería, ser tarea conjunta y coordinada con activa participación del sindicalismo europeo y del asiático.  
Que a día de hoy más de la mitad de la clase trabajadora mundial esté integrada en las cadenas de producción de las empresas multinacionales no puede dejar de tener una directa incidencia en la construcción del nuevo, pendiente, sindicalismo global. Pero éste sólo tendrá posibilidades, y sentido, en torno a los intereses comunes de los trabajadores del mundo, del Norte y del Sur, del Este y del Oeste. Su determinación y consciente asunción es una sin duda difícil, pero apasionante, tarea.   

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