lunes, 12 de enero de 2015

1.- Notas para un diagnóstico de la situación interna del sindicato y su relación con el colectivo que pretendemos organizar y representar

Con esta entrega comienzo mis aportaciones a este Debate sindical impulsado por el amigo José Luis López Bulla 


Me permitirán los amigos de la Academia partir de su primera pregunta (“¿Son los sindicatos ‘dinosaurios en vías de extinción’?”) para responder negativamente y con contundencia tanto a ésta como a la segunda (“¿Conviene protegerlos en ‘reservas jurídicas’?”). Creo más bien que se trata de sacudir las modorras sin miedo a las inclemencias del tiempo. Para contribuir a ello aporto a continuación algunas reflexiones.

1.   El punto de partida debe ser la crisis y su repercusión en las condiciones de vida y de trabajo de la gente, así como en la crisis de confianza en las instituciones, en la clase política entendida como las personas que individual o colectivamente deciden., decidimos, sobre la vida de los demás. Y los sindicatos somos parte de esta “clase”. Asumir tal desconfianza como punto de partida, determinar sus formas de expresión más concretas para intentar superarla.

2.    La acentuación de esta desconfianza se traduce en una radicalización de la exigencia de democracia. Si de ello derivan nuevos y/o más eficaces mecanismos de intervención de los/as trabajadores/as en la solución de los problemas colectivos, en la vida colectiva, bienvenida sea. Sobre todo después de una etapa que se teorizaba como de desafección generalizada a la “cosa” colectiva, como una tendencia a la individualización. Una radicalización de la exigencia de democracia que parece derivar en voluntad de intervención permanente, lo que resulta positivo aunque consista en reivindicar la intervención como defensa de intereses particulares. Quizás constituya ahora la forma de implicar a los individuos en el interés colectivo, el “sindical” (es decir “de la clase trabajadora”) en todo caso.

3.   Y junto con la desconfianza de los ciudadanos hacia las instituciones, de los trabajadores hacia el sindicato, hay que considerar la desconfianza de las personas que integran las estructuras de la clase política, particularmente las estructuras medias del sindicato, en su propia capacidad para resolver los problemas que se les plantean. Es decir para jugar el papel que se supone que les corresponde. Desconfianza que en este caso puede también calificarse de “desmoralización”, con importantes dosis de inseguridad y desorientación. 

4.     Es conveniente analizar ambas desconfianzas porque no son idénticas ni tienen la misma raíz. La de las personas de la estructura, su sensación de impotencia, deriva esencialmente de la conciencia, más o menos clara, de no saber cómo avanzar ante los problemas de la crisis, no tanto por no ganar, sino por la sensación de no saber por dónde avanzar. La desconfianza del colectivo parece derivar más bien de la traducción de tal impotencia en la sensación de haber podido ser engañados, estafados, por las organizaciones, por las personas que las integran, particularmente por las que las dirigen.

5.    Hay que entender tal voluntad de mayor democracia para asumirla dirigiéndola, no dejándose arrastrar por sus modas. Con el análisis de las tendencias que al respecto se manifiestan, entre las formas de democracia directa (con su posible degradación “presidencialista”, de “caudillaje”) y representativa (degradada ésta por la desconfianza en los representantes, en las formas para designarlos, en las formas para delegar responsabilidades, o en las formas para tomar decisiones).

6.     La corrupción aparece en la cúspide de esta desconfianza. El sindicato ha resultado salpicado por su supuesta, o percibida como tal, complicidad, resultado de su integración en la clase política.

7.   Habrá que prestar expresa atención a las formas concretas de corrupción y a las respuestas aplicadas o apuntadas (¿qué hacemos en los Consejos de Administración?, …). Podemos, o debemos, preguntarnos si es conveniente no estar en éste u otros espacios para no contaminarse, porque el poder puede corromper y desgastar. Pero más lo hace, de otra forma, la inutilidad entre otras, no tenerlo, porque el sentido propio del sindicalismo es precisamente conquistar espacios de poder.


Para una reflexión eficaz sobre todo ello hay que evitar repetir análisis conocidos, preguntas conocidas, respuestas conocidas, dudas conocidas, … tópicos conocidos. Consciente de que no es fácil, voy a intentar aportar algunas propuestas o sugerencias en próximas entregas.

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