lunes, 8 de junio de 2020

SINDICALISMO GLOBAL versus CORPORATIVIZACIÓN


Por un proyecto articulado desde lo global hasta lo local, y viceversa

El grupo REDES[1] ha publicado un interesante documento, titulado “DEMOCRACIA, SINDICALISMO Y CRISIS[2], en el que colaboran la CGIL italiana, CCOO de España, CUT de Chile, CUT de Brasil y CTA de Argentina. Para abordar algunas cuestiones sugeridas por este trabajo, incluyo dos citas del mismo:

La dinámica que provoca la nueva relación (se refiere a los efectos de las reformas laborales del último periodo) entre ámbitos de negociación, con la mayor relevancia del ámbito de empresa, puede ser una inercia tendente a la corporativización” (el subrayado es mío) (Unai Sordo, Secretario General de CCOO).

La construcción de este nuevo proyecto global es una tarea urgente para el movimiento sindical en todas sus articulaciones, desde lo local hasta lo global” (el subrayado también es mío) (Secretaría Nacional de la CGIL).

Integran este documento 5 trabajos de comienzos de este año, con la pandemia del Covid-19 al fondo. Todos ellos constituyen un llamamiento a la acción y a la reflexión sindical, y alertan acerca de las tendencias corporativas que resultan de una reacción defensiva ante las dificultades del momento. Pienso por ello que, frente a una cierta tendencia a reiterar los males del momento y la tópica lista de culpables, es preferible profundizar en la apuntada articulación de lo local hasta lo global, o desde lo global hasta lo local, para establecer nuevas líneas de una más efectiva acción sindical.

El rechazo del corporativismo constituye una invitación a situar como referencia esencial el ámbito en el que mejor se sintetizan los intereses colectivos de la clase trabajadora. Como se viene repitiendo en estos días, el Coivid-19 no entiende de fronteras. Tampoco la internacionalización productiva, elemento esencial de la globalización acentuada en los finales del Siglo XX y en este Siglo XXI.

La reflexión de Unai Sordo afirmando el papel decisivo que han de tener la interlocución sectorial para evitar la “corporativización”, me lleva a proyectar esta reflexión a la acción social frente a la pandemia y plantear la pregunta de ¿cuál ha de ser el ámbito del “sector” en la interlocución social del momento?

Es evidente hoy que los ámbitos de una estrecha interrelación social y económica no terminan en las fronteras nacionales. Así es esencialmente en las relaciones económicas, de producción, de comercio y de consumo. Si hiciera falta alguna prueba, tras los ya muchos años de práctica de las multinacionales con sus largas cadenas de suministro, el Covid-19 ha venido para mostrarnos una propagación sin visado, así como la dependencia de los países más desarrollados de los artículos sanitarios que hemos tenido que ir a buscar a China.

Una problemática ante la que surgen voces reclamando una “renacionalización” industrial y un nuevo proteccionismo comercial. Estoy convencido de que ésta no es la mejor solución, salvo que se pretenda hacer retroceder varios siglos la rueda de la Historia.

Estamos viviendo situaciones que permiten ilustrar estas consideraciones con importantes problemas del momento, como lo los de empleo que se plantean en las fábricas de Nissan en España o en las de ropa de Bangladesh, a los que me he referido recientemente, pero que quiero recuperar brevemente.

En NISSAN-España los trabajadores están inmersos en una difícil batalla por mantener aquí las actuales instalaciones, con propuestas sindicales para nuevas iniciativas industriales, pero con una gran dificultad para incidir en los proyectos del primer grupo del automóvil mundial, NISSAN-RENAULT-MITSUBISHI, con fábricas en los cinco continentes y matriz en Japón. Una situación en la que las Federaciones Sindicales Europea e Internacional se han limitado a proclamar en un papel su solidaridad con los trabajadores españoles y a reclamar que NISSAN vuelva a la mesa de negociaciones “española”, sin ninguna iniciativa europea y mundial, los dos ámbitos en los que se sitúa hoy el problema.

En Bangladesh, a más de 2 millones de trabajadores, mujeres la mayoría, de la industria del vestido que trabajan para las grandes marcas mundiales de ropa (algunas, americanas en particular, se han declarado en quiebra estos días),  se les plantean uno o varios de los siguientes problemas: quedarse sin empleo, dejar de percibir sus salarios desde marzo o abril, volver al trabajo sin suficientes medidas de seguridad y protección sanitaria, no llegar ni a percibir el 20% de sus míseros salarios (previstos en situaciones de paro forzoso como el que puede resultar de la cancelación de pedidos por parte de las multinacionales del vestido), despido de sindicalistas por parte de los empresarios locales con el pretexto de los actuales problemas de producción. Problemas similares se plantean en Myanmar y en prácticamente todos los países emergentes integrados en las cadenas de producción de las empresas multinacionales, sin que se haya producido ninguna reacción, más allá de los papeles, ni del sindicalismo global ni del de los países sede de las multinacionales y para cuyo consumo trabajan.

En ambos casos se apuntan posibles intereses contradictorios de la clase trabajadora entre los países más desarrollados (entre España y Francia en el caso de NISSAN[3] al platearse el traslado de la producción de uno a otro país), y entre éstos y los de los países emergentes, con llamamientos a la relocalización y a la desglobalización que provocan reacciones corporativas e insolidarias en el mundo más desarrollado.

Al mismo tiempo, y no sólo para hacer frente a los problemas del momento, creo que resulta evidente la muy insuficiente iniciativa de las organizaciones sindicales supranacionales para expresar los intereses comunes y solidarios de la clase trabajadora en los ámbitos más amplios que comportan además la tutela de los intereses particulares de grupos de ámbitos más reducidos[4]. Volviendo a los dos ejemplos antes citados con bien subrayar de hecho no es en absoluto un problema solamente, ni esencialmente, español o bengalí, aunque tenga en ambos países su más inmediata incidencia sino de organización global de la producción y de las condiciones de trabajo en el planeta.

Para abordar esta problemática resultan muy oportunas las dos citas que encabezan estas notas: 1) sindicalismo global frente a la corporativización, y 2) por una adecuada articulación de la acción y contenidos sindicales de lo global a lo local, de lo local a lo global.

Para incidir en el aún muy escaso debate sobre esta cuestión, más allá de algunas grandes frases, quiero apuntar algunas ideas sobre lo que podrían ser los ejes sindicales en los diversos niveles de esta articulación con el objetivo de sintetizar en cada uno de ellos los intereses colectivos que pueden impulsar la acción sindical solidaria en su defensa a la vez que la tutela de los intereses más específicos de los diversos grupos que los integran.     

En el ámbito global resulta evidentemente imposible igualar de forma inmediata las condiciones de vida y de trabajo, pero sí es posible plantearse como objetivos inmediatos la generalización de los derechos, en particular de los derechos fundamentales del trabajo, de la libertad sindical y el salario mínimo vital. A ello deberían contribuir los Acuerdos Marco Globales de las multinacionales con las Federaciones Sindicales Internacionales de su sector para aplicarlos en sus cadenas mundiales de valor hasta el último eslabón de subcontratación, con Comités Sindicales Globales, así como los acuerdos puntuales conjuntos de las principales multinacionales con el sindicalismo global ante determinados problemas, como lo fue el de Bangladesh respondiendo a la catástrofe de Rana Plaza, o como debería serlo hoy ante el Covid-19 y su incidencia en las cadenas mundiales de valor.   

En los ámbitos de las grandes regiones mundiales es necesario aproximarse a sus particulares condiciones dentro del escenario global. En América Latina, Magreb, África Subsahariana, Oriente Medio, Sudeste asiático, …, podría plantearse la iniciativa sindical para promover una negociación coordinada en cada región de los precios de venta de sus productos, con normas mundiales de la OMC que lo ampare y que suponga una mejora sustancial de sus propias condiciones de trabajo.

La iniciativa sindical en Europa, sola o coordinada con la de los demás países más desarrollados del planeta, debería plantearse como objetivo sindical conjunto que sus multinacionales garanticen el respeto a los derechos fundamentales del trabajo en sus cadenas de suministro. También avanzar en temas como el Salario Mínimo Europeo en una conjunta defensa del “modelo social europeo”. Y traducir en propuestas de acción y negociación el objetivo de hacer realidad la Carta Social Europea como marco común de los derechos del trabajo en el viejo continente.

En cada país correspondería desarrollar la acción por sus propias problemáticas, insertándolas en los marcos legales y convencionales que resultaran de los ámbitos de acción y negociación más amplios. Seguramente éste es el ámbito en el que mayor experiencia tenemos, pero para superar corporativismos es imprescindible no limitar al mismo la acción sindical ni entenderla en su ámbito como desligada de los marcos supranacionales.

Establecer la articulada y consciente relación de intereses colectivos en todos los ámbitos, desde el global hasta el local, debería ser hoy un objetivo central del sindicalismo organizado. Creo que aún estamos lejos de conseguirlo, pero que empiece a plantearse apunta que nos hemos situado ya en la buena dirección.

Estas ideas, su debate y resolución sindical en los diversos niveles de organización de la clase trabajadora mundial, permiten también incidir positivamente en las reflexiones que han de resultar de los planteamientos de Guy Ryder, Director General de la OIT, cuando habla de “una nueva y mejor normalidad”[5] como superación de la pandemia del Covid-19, o de Shara Burrow, Secretaria General de la Confederación Sindical Internacional (CSI), al apuntar la necesidad de “un nuevo contrato social global”[6] ante esta misma problemática. Unos planteamientos que podrían relacionarse con el de Guy Ryder hace ya algunos años, cuando era Secretario General de la CSI, proclamando la necesidad de “un nuevo internacionalismo sindical”. Buenas y bonitas fórmulas cuyo principal problema es que hasta ahora no hemos sido capaces de darles adecuado contenido, desarrollo y, sobre todo, aplicación. ¡Que la gravedad de la actual problemática nos impulse a romper negativas culturas e inercias y nos estimule para avanzar!  


[1] “Red de trabajo colaborativo entre las distintas instituciones de estudio, reflexión y apoyo ligadas a las organizaciones sindicales de América y Europa”


[3] ¡Atentos a los primeros síntomas de posibles problemas no tan distintos en SEAT!
[4] En este sentido conviene recordar las experiencias de los planes de reestructuración industrial vividos en España en las últimas décadas del siglo pasado, de las cuales viví personal e intensamente la del sector de fertilizantes de España, o en el ámbito europeo, menos positivas en mi opinión salvo la primera reconversión europea de General Motors, inteligentemente dirigida por la Federación Europea del Metal.


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