A raíz de mi Despedida a medias la publicación Estudios y Cultura de la Fundación 1º de Mayo de CCOO me pidió un artículo sobre la
Acción Sindical Internacional.
Éstas son las notas que he mandado:
El
triunfo de Trump, el Brexit, la xenofobia frente a refugiados y migraciones,
los y las Le Pen en Francia y otros países, deberían servir para hacer más consciente
una exigencia al sindicalismo que considero ya antigua: la de entender la progresiva
incidencia de la problemática supranacional en el devenir de cada país y en sus
condiciones de vida y de trabajo, y, por ello, la necesidad de incorporar a la
acción sindical diaria su componente transnacional, global. Al finalizar mi
etapa de activa y sindicalmente organizada intervención en la acción sindical
internacional, se me ha sugerido, y me parece de interés, aportar algunas
consideraciones derivadas de mi experiencia al respecto, es decir desde los inicios
de este Siglo XXI.
Llevábamos
años de secretarías de “política internacional” en las estructuras sindicales,
con una regular práctica de asistencia a congresos y relaciones bilaterales, un
poco como “ministerios de asuntos exteriores”, actividad necesaria pero
insuficiente. Y fue en estos años de finales e inicios de siglo que en FITEQA y
en la Confederación empezamos a denominar tales secretarías como de “Acción
Sindical Internacional”.
Considerábamos
que la globalización tiene una directa incidencia en las condiciones de trabajo
de cada rincón del planeta, lo que por otra parte parece ser asumido de forma
generalizada, sobre todo para señalar los evidentes problemas que nos plantea.
Pero menos generalizada está la comprensión (y a partir de ella la asunción) de
que la acción sindical de este mismo rincón debe tener una clara componente
global, supranacional. Asumiéndolo, pretendíamos que lo de “acción sindical” no
constituyera solamente una nueva denominación y
que esta “acción sindical internacional” no fuera solamente un cometido
de las personas responsables de esas secretarías.
Una
pregunta se impone: ¿cómo hacer acción sindical “internacional”, “global”,
desde un centro de trabajo de cualquier rincón de nuestro país? ¿cómo incidir
en las condiciones de trabajo de otras personas que trabajan a miles y miles
de kilómetros? E incluso: ¿por qué tenemos que hacerlo?, ¿ganamos algo con
ello? Preguntas que necesitan respuesta. Y alguna creo que nuestra experiencia
aporta.
En
estos años hemos ciertamente comprobado la dificultad por integrar en la acción
sindical diaria la defensa del trabajo decente en el mundo; para desarrollar en
el 7 de octubre (nada menos que la “jornada de acción sindical mundial por el
trabajo decente”) una efectiva movilización en y desde los centros de trabajo,
partiendo de la comprensión de cuánto interesa a los trabajadores del Norte el
avance de derechos en el Sur, y proyectar al ámbito mundial lo que sí se
entiende ya en la empresa, e incluso en el país, como es la necesidad que tiene
la vanguardia de no quedar aislada. Y, por ello, la necesidad que tenemos todos
de que la globalización económica suponga la globalización de los derechos. Una
cuestión en la que conviene profundizar cuando empieza a aparecer una
antiglobalización reaccionaria a la que me refería al inicio de estas notas.
A la
vez que el progresivo conocimiento de los problemas de las trabajadoras y los
trabajadores del mundo, de las importantes violaciones de los derechos básicos
del trabajo, se ha producido la irrupción en la literatura y en las
preocupaciones sociales de lo que se denominó “Responsabilidad Social de las
empresas”, derivado esencialmente de la acción de algunas ONGs, con una confusa
y contradictoria incidencia desde el sindicalismo, sobre todo en una primera
etapa. Estábamos más preocupados por denunciar su evidente componente de
marketing empresarial, incluso los intentos de llevar al espacio de su acción
unilateral materias que lo eran de la negociación colectiva, que de intervenir
en la necesaria batalla por el “trabajo decente” en el mundo. Una legítima
preocupación y desconfianza sindical que ocultaban la incomprensión de hasta
qué punto interesaba a la clase obrera del Norte la solidaridad con las
trabajadoras y trabajadores del Sur, con la clase trabajadora de los países
emergentes hasta los que se extendían las cadenas de producción y la subcontratación
(sucesivas subcontrataciones que llegan hasta el trabajo a domicilio y la
economía informal) de las multinacionales cuyas cabeceras se sitúan en su inmensa
mayoría en el Norte geográfico y social. Para no quedar aislados, para
reequilibrar el mundo, por solidaridad.
Si
siempre es necesaria la acción sindical estimulando, y acompañando, la
intervención de instancias jurisdiccionales y la creación de normas por parte
del poder legislativo, más lo ha de ser ante la actual inexistencia de un
ordenamiento jurídico internacional eficaz. Instancias internacionales que
deberían resultar eficaces ante la progresiva globalización, ante lo que supone
que las empresas multinacionales integren en sus cadenas de valor a
aproximadamente la mitad de la clase trabajadora mundial según estimaciones de
la CSI.
Como
respuesta a tales preocupaciones, desde FITEQA-CCOO inicialmente, desde
CCOO-Industria después, nos orientamos a intervenir sindicalmente en la
política y práctica de la Responsabilidad Social empresarial (RSE o RSC). Algo
habíamos hecho ya antes en relación con cuestiones medioambientales,
incorporando además algunos aspectos del “Responsible Care” al Convenio General
de la Industria Química, y entendimos como prioritaria la acción en la
industria del textil-confección en la que era más intenso el proceso de
internacionalización productiva, más complejas las cadenas de subcontratación y
más acusado el deterioro de las condiciones de trabajo. Como primera estrategia
sindical nos planteamos que los compromisos empresariales de Responsabilidad
Social, aunque todos unilaterales en aquel momento, eran socialmente exigibles,
y nos dirigimos a todas las grandes marcas españolas de la industria del
vestido, prioritariamente a Inditex como primera española y primera mundial.
Desde
2002 hasta 2007 abordamos diversos problemas que surgieron en la aplicación del
unilateral Código de Conducta de Inditex en su cadena de producción,
concretamente en Marruecos, Bangladesh, Portugal, Turquía, Camboya, Perú y
China, con algunos casos emblemáticos, como fueron los de las fábricas de Topy
Top (Perú) y River Rich (Camboya) en defensa de la libertad sindical, y el de
Spectrum (Bangladesh) en defensa de la seguridad y la vida en el trabajo y la
indemnización a las víctimas de las catástrofes industriales. En octubre de
2007 firmamos el Acuerdo Marco Internacional con Inditex, el primero en la
industria mundial del vestido, estableciendo ya derechos de intervención
sindical en la aplicación de la política empresarial de RSC.
Seguimos
trabajando en el que fue durante años el único Acuerdo Marco en esta industria
y que se ha convertido en referencia global, sindical y también empresarial,
para esta cuestión. Extendimos la intervención sindical, nuestra en nombre de
la internacional y de los sindicatos locales, a otros países además de los
anteriormente citados, concretamente a Argentina, Brasil, Túnez, India y
Vietnam, con visita a fábricas, reuniones con trabajadores y sindicatos, con
empresarios y organizaciones patronales y con ONGs que operaban en tales
países. Con programas de formación sindical que incorporaban un sistema de
elección en las fábricas de quienes acudirían al mismo. Establecimos una
relación regular de trabajo en los principales países de la cadena entre los
sindicatos locales y la delegación de Inditex en el mismo, para pasar de la
espera de problemas y denunciarlos instando su solución, a una intervención permanente
orientada a evitarlos, a asumir una concreta corresponsabilidad sindical en la
aplicación y seguimiento de las normas fundamentales del trabajo en la cadena
de producción de Inditex. La acción en estos países la plasmamos en informes de
“aproximación sindical” a tal realidad y experiencia. Todo ello para renovar en
2014 el Acuerdo Marco que hemos ya denominado “Global”.
El
texto firmado en 2014 incorpora diversos protocolos que fuimos firmando desde
2007 para concretar derechos cuya necesidad resultaba del propio trabajo
sindical, como el conocimiento detallado de las fábricas que integran la cadena
de suministro en el mundo y el derecho de acceso a todas ellas por parte de los
sindicatos de cada país donde se extiende esta producción. Estamos hablando de
unas 6.000 fábricas y talleres en 47 países, con más de 1,5 millones de
trabajadores, en los que se producen los más de 1.000 millones de unidades de
vestido y calzado que Inditex comercializa cada año.
Un
Acuerdo Marco que ya en 2015 ha dejado de ser el único y ha resultado
acompañado por el de otra gran multinacional, la sueca H&M, y en 2016 por
el de la alemana Tchibo. En estos momentos están abiertas vías de
interlocución, y algunas negociaciones, para posibles nuevos Acuerdos Marco con
las también españolas MANGO (con preacuerdo ya), EL CORTE INGLÉS y CORTEFIEL,
con la japonesa MIZUNO, la británica NEXT, la alemano-belga C&A y la
irlandesa PRIMARK. Se echan en falta iniciativas sindicales similares en
relación con las grandes marcas estadounidenses (GAP, NIKE, WALMART, …),
italianas (BENETTON, ARMANI, GUCCI, PRADA, …), y otras.
Desde
CCOO-Industria se ha intervenido también en los ámbitos de multinacionales del
metal y la química, con la importante dificultad de que sus cabeceras están
mayoritariamente en otros países, con acuerdos que muchas veces excluyen de hecho
de su aplicación las actividades subcontratadas, aunque sea en éstas donde se
plantean los mayores problemas. Tenemos ya en estos sectores una multinacional
de cabecera española, GAMESA, que firmó recientemente un Acuerdo Marco que empieza
a dar los primeros pasos.
Otro
frente de acción en el que hemos intervenido es el de los derechos de los pueblos
indígenas en las zonas de explotación de las industrias extractivas,
con una experiencia concreta en relación con las de petróleo y gas de Repsol en
las selvas latinoamericanas. Perú, Colombia, Bolivia y Ecuador han sido los
países en los que he tenido ocasión de aproximarme a esta cuestión, con la
referencia del Convenio 169 de la OIT que establece el derecho de las comunidades
indígenas a la “consulta previa” a las labores de exploración y explotación de
los recursos naturales. La irrupción de la civilización “moderna”, representada
muchas veces por las avanzadillas del alcoholismo, las drogas y la
prostitución, plantea complejos problemas cuya respuesta, a través de
interesantes iniciativas definidas como “planes de vida”, encuentra serias
dificultades para su desarrollo también como consecuencia de los problemas de
las comunidades indígenas para articularse como “pueblo indígena” y poder
impulsar iniciativas coherentes con suficiente fuerza social, así como por su
tampoco fácil interrelación con el sindicalismo y otros movimientos sociales de
sus propios países.
Uno
de los frentes en la necesaria acción sindical global se plantea en relación
con el comercio mundial, en la exigencia de que los productos objeto
del mismo ofrezcan garantías sociales y medioambientales. Y también en relación
con el dumping comercial. En 2016 y también en este 2017 se ha
producido una movilización sindical denunciando un posible dumping en la venta
del acero chino. Problemas similares se suscitaron en los últimos años en
relación con las bolsas de plástico vietnamitas y con productos minerales
rusos, poniendo de manifiesto que el comercio mundial puede producir intereses parcialmente
contrapuestos de los trabajadores de los países compradores y de los de los
productores. Corresponde a todos ser conscientes de tal contradicción para no tomar
decisiones sin antes contactar con el sindicalismo de la “otra parte”. Las
instancias sindicales supranacionales deberían abordarlo con objetivos de
mediación partiendo de los intereses sindicales comunes de ámbito global.
Quisiera
terminar estas notas, una vez afirmado el interés solidario del sindicalismo
del Norte, subrayando la responsabilidad sindical tanto de las estructuras
sindicales supranacionales como de las
cabeceras de las multinacionales. Junto con la necesidad y las evidentes
posibilidades de acción e intervención sindical desde ese Norte (para lo que alguna
muestra de sus posibilidades e interés mi experiencia apunta) cabe señalar los
enormes vacíos de iniciativa que en este ámbito aún se detectan.
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