Hace unos días me referí al debate abierto en "Espacio Público" con una ponencia de Francisco Louça sobre Europa y su actual crisis. Su trabajo y mis primeros comentarios se encuentran en:
Recientemente en el mismo espacio se ha publicado sus comentarios a las diversas intervenciones que se han producido al respecto: Comentarios de Fracisco Louça
Incorporo a continuación mis consideraciones a esta segunda contribución de Francisco Louça:
Sobre
la respuesta de Francisco Louça:
Sorpresa
y desacuerdo.
Sigue la ignorancia de los movimientos
sociales
Me
ha sorprendido la nueva aportación al debate de Francisco Louça respondiendo a
las intervenciones producidas a partir de la suya inicial. Sorpresa y
desacuerdo por el método, por el tono y por su contenido. Me parece un mal
método referirse a las diversas aportaciones recogiendo de muchas de ellas sólo
un párrafo, o una frase, y, a partir de ello, sin intentar entender su sentido,
polemizar con adjetivos como “prueba de sectarismo”. En esta segunda entrega
Louça desarrolla su planteamiento contrario a las diversas opciones de “más
Europa” centrándolo en su apuesta por los “Estados nación”.
Por
mi parte mantengo las objeciones ya formuladas en mis anteriores notas porque
entiendo que se orienta antes y ahora solamente a lo que considera que deberían
plantear las organizaciones políticas sintetizadas como “la izquierda”, sin ni
siquiera apuntar al papel autónomo de los movimientos sociales a los que parece
considerar parte de esa izquierda, subordinados de hecho a las opciones
políticas de la misma.
Remitiéndome
por ello a mi primera aportación, sólo quiero subrayar que la profundización de
la apuesta por los “Estados nación” incrementa los nacionalismos, acentúa la
división de los movimientos sociales, particularmente de la clase trabajadora,
no solamente entre los de los diversos Estados europeos, sino de hecho en el
interior de éstos. Así lo entiendo en la medida que la actual clase trabajadora
de cada uno de ellos tiene una tan heterogénea composición que tal
planteamiento podría llevar a la expulsión de la acción social colectiva, necesariamente
solidaria, a partes importantes de la misma, entre ellas la que proviene de las
migraciones más recientes, los refugiados, …
Sin
abordar seriamente los intereses comunes y los contradictorios de la clase,
para a partir de ellos establecer la síntesis de los coincidentes o confluentes
y el gobierno de los contradictorios, difícilmente puede entenderse la “lucha
popular” a la que se refiere de pasada y sin más precisiones en su
texto.
Quizás
una de las claves para entender su propuesta sea precisamente su falta de
profundización en los diversos contenidos de los movimientos sociales, pues se
refiere como a un todo a las “comunidades nacionales … atravesadas por
luchas sociales”. Su preconizada profundización de los “Estados
nación” entiendo que difícilmente casa con “las cooperaciones más allá de las
fronteras en objetivos comunes”.
Considero
imprescindible analizar cuáles pueden ser estos objetivos comunes, lo que no
hace ni apunta Francisco Louça, asumiendo que los intereses de los diversos
colectivos sociales no son homogéneos en su interior ni idénticos entre ellos,
ni resultan necesariamente coincidentes de forma espontánea, pudiendo primar lo
contradictorio si resulta más inmediato desde los diversos ámbitos de sus
relaciones sociales: en el trabajo (y en él en las diversas variantes del
empleo y su precariedad, de la formación y niveles profesionales, de su
ubicación en las cadenas productivas, …), en la vivienda, en el medioambiente,
…
No
considerarlo puede precisamente fomentar, en lugar de combatir, la “desagregación
… (de los) movimientos obreros y populares”, “misión” que Louça
atribuye a la “contraofensiva neoliberal”, pero a lo que se puede contribuir
con planteamientos como los suyos. Al mismo tiempo parece considerar a tales
“movimientos” como un totum revolutum, en lugar de asumir sus diversos y
específicos intereses cuya síntesis en torno a los comunes exige un serio
esfuerzo “de la izquierda”, de las organizaciones políticas (con la condición
de que entiendan su función como “partido dirigente” y no como “partido
dominante”), pero en primer lugar de los propios movimientos sociales desde su
necesaria unidad y autonomía.
Las
viejas fórmulas probablemente de poco sirven, tampoco estimular la imaginación
de unos pocos, aunque quizás algo ayudaría si saben proyectarla. Lo esencial
sería impulsar la capacidad de elaboración colectiva de los movimientos
sociales.
Un
segundo artículo, el de Francisco Louça, que en lugar de aproximar los análisis
para contribuir a la necesaria movilización de progreso frente a la evidente
crisis de la entidad europea, evidencia la confusión y dificultad de “la
izquierda”, o de las izquierdas, para encontrar una respuesta con capacidad de
movilización y posibilidades de victoria. Espero, desearía, que este debate
contribuyera al avance en este sentido.
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