Cuando me invitan a actos sobre la
acción social por el trabajo decente en el mundo, planteo a veces una pregunta
a las personas asistentes: ¿Cuántas saben qué significa la jornada del “7
de octubre”? Y en alguna ocasión añado otras preguntas: ¿cuántas,
de las que lo saben y de las que no lo saben, son sindicalistas? ¿cuántas,
de las que conocen su significado, han planteado en su centro de trabajo alguna
forma de participación? Y lo mismo sería interesante preguntar a
quienes estén leyendo estas notas. No añado las respuestas, aunque sí quiero
señalar que no resultan demasiado positivas.
Porque el 7 de octubre es, nada
menos, la JORNADA DE ACCIÓN SINDICAL MUNDIAL POR EL TRABAJO DECENTE.
Y, si no me equivoco, este año es el onceavo desde que lo instauró como tal la
Confederación Sindical Internacional (CSI).
Leyendo algunas de las proclamas
sindicales en torno a esta fecha me asalta otra preocupación cuando constato que
muchas organizaciones sindicales convocan ese día en torno a sus particulares
(ciertos sin duda) problemas de violaciones de los derechos básicos del trabajo
en sus ámbitos específicos. Pero, ¿qué plantean el resto del año? ¿acaso los
problemas apuntados no constituyen el eje de su acción sindical permanente, de
cada día? Porque es evidente que en todos los países de relaciones sociales
capitalistas hay agresiones a los derechos que definen el “trabajo decente”,
tanto en los del Norte (geográfico y social) más desarrollados, como en los
países emergentes, tanto en los que se basan expresamente en la propiedad
privada y la explotación del trabajo ajeno, como en los que lo disfrazan con
diversas fórmulas (China, Cuba, …).
Porque, si se convoca una jornada de
acción sindical mundial por el trabajo decente,
convendría en mi opinión centrarla en una reivindicación que en sí misma uniera
a la clase trabajadora mundial, que justificara una convocatoria común. ¿Por
qué no, algún día, una jornada de huelga mundial? (con mi inmediata afirmación
de que no debería ser una convocatoria de “farol”, sino suficientemente asumida
para que en su asunción y preparación participen millones y millones de
trabajadores del planeta para que luego lo hagan en su desarrollo). Estoy simplemente
proponiendo lo mismo que hacemos en una fábrica cuando se convoca una huelga
por su convenio, o en un sector por su convenio sectorial, …, es decir con una
reivindicación conscientemente común, que une, que justifica precisamente la
coincidencia en el contenido y en el tiempo de la movilización. Y desde esta
perspectiva de unidad y coincidencia, de coordinación y solidaridad, se vincula
conscientemente esta reivindicación central, la más movilizadora, con las
particularidades de cada lugar, de cada colectivo, incluso de cada persona.
Para la “jornada mundial de acción
por el trabajo decente” entiendo que la reivindicación central, unificadora,
necesariamente movilizadora, debería ser la globalización de los
derechos básicos del trabajo (libertad sindical y derecho de huelga,
salario vital, jornada de trabajo decente, seguridad, salud y derecho a la
vida, …).
Éstos son seguramente objetivos
movilizadores allí donde más evidente es su permanente y grave violación, como
sucede en la mayoría de los países, para la mayoría de la clase trabajadora
mundial. Pero la globalización de los derechos debería ser también elemento de
fuerte movilización en los países supuestamente más favorecidos, para los
colectivos de la clase trabajadora en los ámbitos que se puedan considerara
“privilegiados”. Y no sólo como expresión de solidaridad altruista, de apoyo a
los más desfavorecidos, que también, sino porque la generalización de los
derechos es de su propio interés, precisamente para no quedar aislados, porque
de su aislamiento derivaría su debilitamiento, y de éste la pérdida de
derechos, un fenómeno del que la historia del sindicalismo, y de cada centro de
trabajo, nos ha dado miles de ejemplos. Porque la solidaridad (esencia
por otra parte del sindicalismo) no sólo es de interés de los que la reciben,
sino también de los que la practican. Pero hay que entenderlo y explicarlo,
traducirlo en acción, y el 7 de octubre debería ser una buena, no única,
ocasión.