miércoles, 17 de octubre de 2018

SOBRE EL EMPLEO EN EL CAMPO Y LA CONTRATACIÓN “EN ORIGEN”


¿No  deberíamos  seguir  hablando?

El pasado 12 de octubre publiqué, en mi blog (http://iboix.blogspot.com/2018/10/alerta-companeros.html) y en mi hoja de Facebook el 13, unas notas al respecto que fueron reproducidas por José Luis en su blog “metiendo bulla” y compartidas por Quim González y otr@s compañer@s también en Facebook.

Me preocupó la posición de nuestra Federación sindical de CCOO, por lo que intenté suscitar la discusión sobre un tema que considero no menor. Por su incidencia en el campo español, seguramente más en el andaluz, y con algunas derivadas en relación, por ejemplo, con los trabajadores y las trabajadoras españoles/as que van a la vendimia francesa.

Una discusión necesaria cuando, como creo en este caso, se plantean  intereses no idénticos de colectivos de la clase trabajadora (como no lo son plenamente los de los trabajadores autóctonos y los contratados “en origen”), y es función del sindicato su síntesis a partir de la conciencia de superiores intereses colectivos que deben tutelar los de colectivos más reducidos, así como los individuales, orientando su desarrollo para que lo particular no lleve a olvidar los intereses comunes de clase.

Y, para incorporar algún elemento más de reflexión, y de debate si procede, no creo por otra parte que el 22,54 % de los trabajadores de la provincia de Almería, que están en paro, tengan por objetivo trabajar en el campo, aunque los empresarios del campo optaran (no creo que lo hagan) por mejorar unilateralmente la oferta salarial y de condiciones generales de trabajo.

Por todo ello insisto sobre el tema porque me ha sorprendido la ausencia de nuevas informaciones o de comentarios hasta este momento. 


viernes, 12 de octubre de 2018

¡Alerta, compañeros!


A propósito de unos pronunciamientos sindicales sobre la contratación en terceros países de trabajadores para el campo

A principios de este mes he visto en la página web de nuestra Federación de CCOO-Industria dos notas[1] que, con matices no idénticos, abordan la contratación en terceros países de trabajadores para el campo. “Sobre” o “contra” tal contratación, para mí una cuestión pendiente, importante sin duda, sobre todo en su traducción en la práctica sindical. Una nota es un planteamiento más general, otra se plantea en relación con Almería, una provincia con el 22,54% de paro y para la que, se nos informa, la organización patronal COAG propone traer un contingente de 4.000 personas de otros países (“en origen”).

Suscribo plenamente la denuncia que en ellas se hace de las precarias condiciones de trabajo en el campo y la exigencia de condiciones de trabajo dignas. También la exigencia de que se siga el procedimiento legal, que se cumpla con plena transparencia la legislación laboral y de inmigración (independientemente de las evidentes mejoras que precisa) para tal contratación.

Pero me preocupa mucho el apunte en ellas sobre la contratación “en origen”, sobre todo la afirmación de que “antes” de recurrir a tal contratación hay que “estimular el empleo de la población autóctona”. Me recuerda demasiado los planteamientos que estamos viendo en diversos países de “primero los nuestros”, de los que tenemos ya aquí algunas expresiones en algunos ámbitos de la vida colectiva social y política. Me recuerda también una dramática experiencia sindical, desgraciadamente no la única, en las refinerías inglesas de Lindsay, donde surgió el grito, que incluso hizo suyo el primer ministro Gordon Brown, de “empleo británico para trabajadores británicos”, y que llevó a graves enfrentamientos entre trabajadores británicos y otros italianos contratados por la empresa de refino.

Nuestro planteamiento sindical puede alentar actitudes xenófobas entre nuestros compañeros, entre los trabajadores del campo, los de las zonas afectadas, pues parece señalar una alternativa, y confrontación, en el empleo: “o ellos o nosotros”, o “nosotros primero”. Y alentar las afirmaciones de que “nos quitan …”. Es decir, podría llevar, entiendo que llevaría, a considerar que la primera confrontación que se plantea es entre dos grupos de trabajadores.    

Creo que hay que plantear el problema de otra forma. Pues existe ciertamente un problema, un  problema de empleo y de condiciones de trabajo. Un mismo problema, aunque afecte de formas no idénticas, para los trabajadores autóctonos y para los contratados en origen. Y, si se trata de un mismo problema, deberíamos encontrar una misma respuesta, que uniera a los dos grupos de trabajadores, que sumara fuerzas.

Y me atrevo a hacer alguna sugerencia.

El eje debería ser la igualdad de derechos de TODOS los trabajadores. Sin esperar a que la legislación (española y europea) lo recogiera, aunque hay que reivindicarlo también, debería plantearse como objetivo sindical prioritario que el convenio sectorial (subrayo lo de sectorial) de aplicación lo estableciera con claridad. Que concretara que las condiciones de salario, jornada, salud y seguridad, no discriminación, prevención de todas las formas de acoso, …, fueran de directa e igual aplicación a todos los trabajadores, independientemente de sus formas de contratación, con expresa inclusión de los trabajadores contratados “en origen”[2] en la aplicación de la igualdad efectiva. Y que tal contratación, así como las condiciones de trabajo de los así contratados, se hiciera con absoluta transparencia y, para ello, sometida al conocimiento de los representantes de los trabajadores autóctonos y de los contratados en origen. La igualdad de derechos, su plena y efectiva aplicación, insisto, es la mejor garantía para la necesaria igualdad de todas las condiciones de trabajo.

Tal iniciativa debería ir acompañada de una más estrecha coordinación con el sindicalismo de los países “de origen” para su participación en la iniciativa y propuestas sindicales, para que aportaran la necesaria perspectiva, su propia perspectiva, desde tales países. Y también para hacer extensivo el conocimiento de los planteamientos sindicales, sus resultados y las reivindicaciones pendientes, a los trabajadores así contratados, para que éstos supieran de sus condiciones de trabajo convencionales y legales, y de la acción sindical en marcha. Para lograr la imprescindible coordinación de la permanente acción sindical orientada a asegurar su adecuado y mejor cumplimiento, y para incorporarlos a esta acción sindical, así como a su periódica renegociación.

Ha sido ésta la primera ocasión en que ha llegado a mi conocimiento este tipo de problemática sindical. Probablemente no sea la primera en que objetivamente se plantea, pero es evidente que no se han producido hasta ahora en España demasiados síntomas de este evidente riesgo, y epidemia, de la xenofobia como epidemia en los países del Norte geográfico y social. Pero si entendemos el riesgo que deriva de los planteamientos del “nosotros antes”, y desarrollamos la necesaria iniciativa sindical al respecto, mejor nos irá, allí y en todas partes, pues se trata de una enfermedad muy contagiosa.

En resumen, hay que evitar todas las propuestas que llevan a situar a unos trabajadores “contra” otros, o “antes” que otros. Hay que conseguir la necesaria unidad contra las formas de explotación del trabajo en el campo, para una mejora solidaria de las condiciones de vida y de trabajo de todos.





[2] Salvando todas las distancias, sería útil recordar la evolución en la negociación colectiva y en la legislación de la equiparación salarial y de condiciones de los trabajadores de las ETT
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viernes, 5 de octubre de 2018

7 de octubre: una fecha y un significado cuya plena asunción sindical están aún pendientes


Cuando me invitan a actos sobre la acción social por el trabajo decente en el mundo, planteo a veces una pregunta a las personas asistentes: ¿Cuántas saben qué significa la jornada del “7 de octubre”? Y en alguna ocasión añado otras preguntas: ¿cuántas, de las que lo saben y de las que no lo saben, son sindicalistas? ¿cuántas, de las que conocen su significado, han planteado en su centro de trabajo alguna forma de participación? Y lo mismo sería interesante preguntar a quienes estén leyendo estas notas. No añado las respuestas, aunque sí quiero señalar que no resultan demasiado positivas.
Porque el 7 de octubre es, nada menos, la JORNADA DE ACCIÓN SINDICAL MUNDIAL POR EL TRABAJO DECENTE. Y, si no me equivoco, este año es el onceavo desde que lo instauró como tal la Confederación Sindical Internacional (CSI).
Leyendo algunas de las proclamas sindicales en torno a esta fecha me asalta otra preocupación cuando constato que muchas organizaciones sindicales convocan ese día en torno a sus particulares (ciertos sin duda) problemas de violaciones de los derechos básicos del trabajo en sus ámbitos específicos. Pero, ¿qué plantean el resto del año? ¿acaso los problemas apuntados no constituyen el eje de su acción sindical permanente, de cada día? Porque es evidente que en todos los países de relaciones sociales capitalistas hay agresiones a los derechos que definen el “trabajo decente”, tanto en los del Norte (geográfico y social) más desarrollados, como en los países emergentes, tanto en los que se basan expresamente en la propiedad privada y la explotación del trabajo ajeno, como en los que lo disfrazan con diversas fórmulas (China, Cuba, …).
Porque, si se convoca una jornada de acción sindical mundial por el trabajo decente, convendría en mi opinión centrarla en una reivindicación que en sí misma uniera a la clase trabajadora mundial, que justificara una convocatoria común. ¿Por qué no, algún día, una jornada de huelga mundial? (con mi inmediata afirmación de que no debería ser una convocatoria de “farol”, sino suficientemente asumida para que en su asunción y preparación participen millones y millones de trabajadores del planeta para que luego lo hagan en su desarrollo). Estoy simplemente proponiendo lo mismo que hacemos en una fábrica cuando se convoca una huelga por su convenio, o en un sector por su convenio sectorial, …, es decir con una reivindicación conscientemente común, que une, que justifica precisamente la coincidencia en el contenido y en el tiempo de la movilización. Y desde esta perspectiva de unidad y coincidencia, de coordinación y solidaridad, se vincula conscientemente esta reivindicación central, la más movilizadora, con las particularidades de cada lugar, de cada colectivo, incluso de cada persona.
Para la “jornada mundial de acción por el trabajo decente” entiendo que la reivindicación central, unificadora, necesariamente movilizadora, debería ser la globalización de los derechos básicos del trabajo (libertad sindical y derecho de huelga, salario vital, jornada de trabajo decente, seguridad, salud y derecho a la vida, …).
Éstos son seguramente objetivos movilizadores allí donde más evidente es su permanente y grave violación, como sucede en la mayoría de los países, para la mayoría de la clase trabajadora mundial. Pero la globalización de los derechos debería ser también elemento de fuerte movilización en los países supuestamente más favorecidos, para los colectivos de la clase trabajadora en los ámbitos que se puedan considerara “privilegiados”. Y no sólo como expresión de solidaridad altruista, de apoyo a los más desfavorecidos, que también, sino porque la generalización de los derechos es de su propio interés, precisamente para no quedar aislados, porque de su aislamiento derivaría su debilitamiento, y de éste la pérdida de derechos, un fenómeno del que la historia del sindicalismo, y de cada centro de trabajo, nos ha dado miles de ejemplos. Porque la solidaridad (esencia por otra parte del sindicalismo) no sólo es de interés de los que la reciben, sino también de los que la practican. Pero hay que entenderlo y explicarlo, traducirlo en acción, y el 7 de octubre debería ser una buena, no única, ocasión.