jueves, 29 de enero de 2015

Por un proceso sindical constituyente con voluntad unitaria


Planteé esta consideración, o propuesta, en mi primera incursión en el DEBATE SINDICAL propuesto por José Luis López Bulla. Luego ha dado lugar a una conversación con José Luis que hoy él publica integra en "metiendo bulla", y que incorporo a continuación, no sin antes subrayar que se trata de una sugerencia cuyo carácter "constituyente" (o "refundador") va acompañado de una "voluntad unitaria", lo que podría ser tanto de aplicación a la construcción de la unidad sindical como a la decisión de uno sólo de los sindicatos de romper con  ello las actuales inercias.   

José Luis López Bulla.-- Querido Isidor, en tu primera intervención en el debate que nos traemos entre manos, Un interesante foro para el debate sindical, una invitación a la más amplia participación, planteas   «una posible iniciativa para “reinventar” el sindicato: un  proceso sindical constituyente con voluntad unitaria». Convendrás conmigo que son palabras mayores. Como sabes, la cuestión unitaria en el terreno sindical me interesa enormemente. Sobre ese particular he escrito mucho desde hace cinco o seis años. Debo reconocer que muy pocos son los que se han interesado. Las respuestas más amables que he recibido han sido: «Vale, de acuerdo, pero ahora no se dan las condiciones». Que es lo mismo –o casi lo mismo--  que decir: «Oye, déjanos en paz». Sin embargo, me cabe la sospecha que, un día u otro, ese tema acabará poniéndose en la agenda sindical. Y temo que se ponga de la peor manera posible: atropellada y administrativamente.

 

Me interesa mucho la formulación de «proceso sindical constituyente», porque expresa un camino, un itinerario gradual; y, al mismo tiempo, podría ser un antídoto que corrija hacer las cosas de sopetón. Y exclusivamente por arriba.  Te pregunto, viejo amigo, por qué precisamente ahora relanzas esa cuestión que, en otros tiempos, formulaste de manera tan tesonera como concienzuda.

 

Isidor Boix.--   Me permitirás empezar saludando de nuevo tu contribución al debate de ideas sobre sindicalismo. Un debate del que quizás lo más importante no sea tanto lo que algunos escribimos sino el eco que pueda tener, la reflexión que pueda provocar, sobre todo en los que aún no escriben, pero que siguen “metiendo bulla”, creo, con notable fidelidad.

Tienes razón en tu referencia a “otros tiempos” en lo que respecta a planteamientos sobre un proceso “constituyente sindical”. Fue en nuestra transición, que entiendo comenzó ya antes de la muerte del dictador, en la abierta descomposición del franquismo. Pero quiero empezar subrayando que existe en mi opinión una notable diferencia. Entonces se trataba de encauzar el gran dinamismo del movimiento de masas que protagonizaba la clase trabajadora en una permanente síntesis entre las reivindicaciones laborales inmediatas y la batalla por las libertades políticas como fundamental instrumento también para su conquista y desarrollo. Encauzar ese dinamismo creando el sindicato o los sindicatos. No sé si era un espejismo, pero algunos pensamos que era posible, aunque finalmente no lo fue, construir la unidad sindical a partir de esa importante movilización social.

Hoy entiendo que el proceso constituyente (no para la elaboración de una “constitución”, sino para “constituir” una organización) podría, debería, suponer la superación de las inercias de los actuales sindicatos. El punto de partida necesariamente han de ser las evidentes dificultades del sindicalismo español (y, en él, del catalán, aunque algunos parecen olvidarlo), del europeo y del global, para encontrar una propuesta eficaz tanto en la crisis como para salir de la misma. Y, al mismo tiempo, una vía para romper la también evidente desconfianza de la ciudadanía hacia las instituciones, en cuyo marco se desarrolla la de la clase trabajadora hacia el sindicalismo organizado.

Esta crisis y esta desconfianza han dado lugar a una muy amplia, y positiva, exigencia de “democracia” como expresión de una extendida voluntad de participar, de que se oigan las voces, las opiniones, las individuales y las colectivas, aunque a veces ello se traduzca en una notable confusión de propuestas, eslóganes e iniciativas.

Es en este contexto en el que creo que los tradicionales mecanismos congresuales (de elaboración de las tesis y de elección de las delegaciones en un proceso escalonado) no pueden ser el cauce adecuado para que se expresen estas “mareas” de fondo. Y como creo que el sindicalismo, con  éste u otro nombre, no puede morir en las actuales relaciones sociales, definidas por lo que el clásico denominaba la “venta de la fuerza del trabajo”, sigo pensando que los intereses colectivos (que existen a pesar de la heterogeneidad de los individuales) de la clase trabajadora precisan para su conquista de formas organizadas de expresión y de exigencia.

Esta necesidad genera las raíces del sindicalismo organizado y por ello las posibilidades hoy de desarrollar un proceso constituyente sindical. Sólo que para su materialización sería necesario su impulso por parte de una vanguardia que lo asuma con suficiente iniciativa y valentía, que lidere una especie de “revolución cultural” interna de modo que, sin renunciar a nuestra historia, los afiliados no sólo sean protagonistas formalmente, sino que se sientan efectivamente como tales.

En todo caso, se trata por mi parte de una cierta intuición que esta conversación que iniciamos espero me ayude a clarificar.

 

JLLB.--  Francamente, me parece una idea feliz. Entiendo que no se puede ir, mediante un proceso gradual, a la unidad sindical orgánica sin un mecanismo que la constituya. Esto es lo que, en mis escritos, siempre me ha faltado concretar. En todo caso, me parece que deberías aclarar a quién te diriges con la propuesta del congreso. ¿A los afiliados a los sindicatos o al conjunto de los asalariados, esto es, inscritos o no? Lo que, en todo caso, doy por sentado que tu propuesta se orienta al conjunto del sindicalismo –confederal, profesional, … -- que esté por la labor  ¿Voy bien? Para mi mejor comprensión de tu idea creo que deberías aclarar estas dos cuestiones. Más adelante, una vez aclarado ello, nos metemos –si te parece adecuado--  en mayores honduras.        



Isidor Boix.-- Sí, por ahí va el tema en mi opinión.

Pero antes una precisión. Considero dos cuestiones distintas, la de la unidad y la del proceso constituyente, aunque preferiblemente entrelazadas. Por eso hablé de “proceso constituyente con voluntad unitaria”, consciente de que su integración exigiría un acuerdo previo de ambas confederaciones, CCOO y UGT, para impulsarlo conjunta y coordinadamente. En mi opinión sería una buena manera de afrontar, para superarla, la actual crisis externa e interna de ambas, suscitando sin duda la incorporación de nueva savia, nuevas energías, nuevas fuerzas, al quehacer sindical.

Si no se diera una iniciativa conjunta, un solo sindicato podría también impulsar un proceso constituyente, autoconstituyente, en un proyecto que podría considerarse más bien como “refundación” (creo mejor fórmula que la de “reinvención” que recientemente utilicé), ya que difícilmente podría pretender construir, a partir de su sola iniciativa, el sindicato “unitario”, incluso en el supuesto de que proclamara tal voluntad. Sin embargo, en este caso, sí podría plantear su propuesta constituyente “con voluntad unitaria”, en la perspectiva de ampliar su propio espacio sindical.

En ambos casos se trataría efectivamente de abrir un proceso que sería, o culminaría, en un congreso. Pero con algunas variantes sobre los procedimientos tradicionales:

·         No habría unas “tesis” previas, pues éstas deberían ser más bien un resultado final. Sólo sería necesario un folio suscrito por los convocantes, señalando la decisión de organizar tal proceso constituyente (hacia la unidad o hacia la refundación) y apelando a la elaboración colectiva de los ejes de la nueva organización sindical. La positiva asunción de la historia de la/s organización/nes convocante/s no debería diluir el carácter de “nueva” de la que resultara de este proceso.
·         A tal “convocatoria” se le debería añadir una encuesta y un guión, a fin de estimular la discusión en cada colectivo convocado, para explicar su reciente experiencia sindical en la defensa del empleo, en la negociación colectiva, en las elecciones sindicales (como referencias para elaborar política sindical), así como sus propuestas respecto a la actividad inmediata y futura de la “nueva” organización sindical.
·         Cada colectivo elegiría a un reducido grupo de trabajo encargado de redactar las conclusiones, de administrar las aportaciones que luego se indican, así como de participar en la siguiente fase de discusión y elección. Los convocantes diseñarían un sencillo esquema para ello, de modo que las unidades de partida fueran cada una de las empresas grandes y las agrupaciones de medianas y pequeñas. Habría que explicitar que nos dirigimos tanto a trabajadores fijos como precarios, de la empresa principal y de sus contratas y subcontratas. Y con un procedimiento para la participación (sectorial y/o territorial) de los parados que se consideren trabajadores en busca de empleo.
·         En el Congreso fundacional se aprobaría un primer documento de conclusiones para arrancar la nueva etapa, y a la vez se elegiría a un órgano que elaboraría una propuesta de estatutos y programa de acción de la nueva organización, documentos que se someterían a los afiliados para aprobarlos en el siguiente congreso.
·         Se convocaría abiertamente a los trabajadores que desearan participar en la construcción de esta nueva organización, con la única obligación de aportar una cantidad (por ejemplo 5 ó 10 €uros por parte de los que tengan trabajo y de 1 €uro por parte de los parados) para el desarrollo de las fases posteriores. Más allá de futuros trámites administrativos se trataría de considerar a los participantes como afiliados a la nueva organización. 
·         Esta propuesta abierta comportaría un expreso llamamiento a participar a los y las votantes en las últimas, o potenciales en las próximas, elecciones sindicales del o de los sindicatos convocantes, entendiendo que constituyen el espacio sindical de partida del proceso constituyente.
Un planteamiento de este tipo creo que podría despertar y estimular en este momento, es decir en los próximos meses, importantes energías individuales y colectivas, rompiendo miedos, retomando la iniciativa.

López Bulla.— Creo, viejo amigo, que si como mínimo no están implicados directamente los dos sindicatos mayoritarios no habrá proceso. De ahí que veo casi imposible que una sola organización en solitario quiera abrir esa vía a la unidad. Me atrevo a decir, Isidor, que en el caso de que un sindicato quisiera tirar por la calle de en medio –arguyendo que el otro no quiere--,  cosecharía un fracaso estrepitoso. Más todavía, ello tendría repercusiones negativas en la actual unidad de acción. Quien quiera que tirara por la calle de en medio sería acusado de hegemonismo y de no sé cuántas cosas más. Y lo tendría merecido.
De todas formas, soy consciente de que hoy, por decirlo de manera suave, la unidad sindical orgánica produce más urticarias que entusiasmo. Es como si los grupos dirigentes se hubieran acostumbrado a seguir viviendo en casas separadas. Y prima más el aparente confort de lo conocido que la incertidumbre de la búsqueda de algo nuevo. No obstante, no conozco a nadie que impugne –al menos públicamente— la unidad sindical. Lo que nos da alas a los que somos partidarios de abrir ese proceso. Comparto contigo la forma sencilla del proceso partiendo de un documento breve, aunque substancioso. Por lo demás, me parece que sería de mayor utilidad que todo ello no fuera patrimonio exclusivo de los sindicatos mayoritarios, aunque es obvio que tienen mayor responsabilidad cuantitativa.
No me resisto a ponerte en conocimiento de que nuestro amigo Gabriel Jaraba, siempre tan atento a las cuestiones unitarias de los sindicatos, nos manda esta observación: «En una sociedad de la imagen que valora en extremo los signos y señales que emiten los agentes sociales (véase como el Papa Francisco se ha abierto camino como papa a base de ellos) la unidad orgánica de la clase trabajadora sería un impacto enorme. A tener en cuenta que esa unidad es inédita en la historia de España y de Cataluña, donde nacieron CNT, UGT, CGT, USO y, si se me apura, la concepción moderna de CCOO. ¿No sería eso un acontecimiento extraordinario y positivo? Incluso las organizaciones más pequeñas que no se integrasen tendrían que plantearse la posibilidad o argumentar muy bien su autonomía, lo que llevaría, por cierto, a reflexionar a la central mayoritaria sobre las cualidades de su dinamismo y capacidad de combate (pienso en CGT).»


Lópèz Bulla.-- Por lo demás, te pregunto: Querido Isidor, ¿qué nos hemos dejado en el tintero?


Isidor Boix.- Pues por mi parte sólo quiero añadir algunos apuntes a tus últimas observaciones para que se entienda de qué estamos hablando.
Estoy de acuerdo contigo en lo negativo, y por lo demás imposible, que podría resultar que un sólo sindicato pretendiera abrir un proceso constituyente unitario. No creo que ninguno se lo plantee en estos términos. Coincidiendo en que para un proceso unitario sería imprescindible la participación de los dos sindicatos mayoritarios y deseable también la de los minoritarios. Lo que quise señalar es que si no hay tal proceso conjunto creo que sería interesante que esta reflexión se planteara también desde uno sólo. Para su “refundación”. Estoy pensando en CCOO como el mejor situado precisamente por nuestras raíces y nuestra historia, y ello sin pretensiones de ocupar el actual espacio de otros, por lo que me refería a pensar en el propio espacio electoral sindical. Significaría plantearse la activa participación de los actuales afiliados así como de los actuales votantes, incluso de los espacios hoy sindicalmente vacíos, y para ello, pienso que se trataría de impulsar un proceso sindical nuevo, distinto, “constituyente”, o reconstituyente.
Porque comparto tu consideración sobre el enorme impacto que tendría la unidad sindical y la afirmación de Gabriel Jaraba de que conseguirla sería un “acontecimiento extraordinario y positivo”, comparto también tu recomendada prudencia.
Pero dicen que soñar es gratis. Y por otra parte la reflexión sobre cómo dar la voz y la capacidad de decisión a los trabajadores para “constituir” la unidad sindical, o, más modestamente, para “refundar” alguno de los sindicatos existentes, quizás pueda ser de alguna utilidad.
Y de nuevo gracias por tu aportación a la expansión de ideas, sugerencias y propuestas desde “Metiendo bulla”, contribuyendo a un cierto culto a la utopía que, sin idolatría, quizás puede ser revitalizador en momentos como los actuales.  

López Bulla.--  En fin, Isidor, por nosotros que no quede.

Todas las intervenciones en el debate se encuentran en "metiendo bulla":
Debate sindical

martes, 27 de enero de 2015

Siguiendo el DEBATE SINDICAL - Ahora ante la sugerencia de un PROCESO SINDICAL CONSTITUYENTE CON VOLUNTAD UNITARIA

La invitación de José Luis López Bulla a participar en el debate sindical abierto en su blog "metiendo bulla" está teniendo un notable eco.

Ahora me ha propuesto desarrollar el apunte sobre un posible proceso sindical constituyente en torno al cual hemos abierto una nueva conversación cuya primera entrega se encuentra en:

Hacia un Congreso Sindical Constituyente

domingo, 18 de enero de 2015

2.- PARA ENCONTRAR UNA RESPUESTA, SABIENDO DE DÓNDE PARTIMOS


Partiendo de la en mi opinión innegable crisis del sindicalismo en el marco de la más global crisis social, creo que antes de aventurar ideas para el futuro sería conveniente saber dónde estamos, cuál es el punto de partida de lo que queremos construir, o enderezar. A tal fin aporto algunas propuestas a incorporar al debate abierto en el blog de José Luis López Bulla y cuya recopilación más completa hasta ahora se encuentra en http://lopezbulla.blogspot.com.es/2015/01/a-proposito-del-desconcierto-de-los.html
  
1.         Para saber dónde estamos, desde dónde partimos, me parece imprescindible un análisis de cómo hemos actuado en la crisis, la estrategia y sus resultados. Habría que establecer la relación entre: 1) los grandes y solemnes eslóganes sobre la crisis y la austeridad, 2) los resultados (empleo, salarios, modificaciones de la organización y las condiciones de trabajo, …) y 3) los medios para hacer frente a una realidad que hemos denunciado (examen de las Huelga Generales convocadas -seguimiento no sólo estadístico, situación de las empresas grandes que impulsaron su realización, y de las pymes-, de las jornadas de movilización, …). Examinando si hemos quizás asumido las consecuencias de la crisis, renunciando en la práctica a combatirla más allá de las palabras.
2.        Siendo supranacional el ámbito de la crisis, seguramente ello obliga a desarrollar un similar análisis en ámbitos superiores, no tanto como excusa, sino para contribuir también a la necesaria reflexión en los mismos.
3.       Probablemente para este análisis sería interesante un sistema de encuesta en los diversos ámbitos de presencia sindical, tanto de aquellos en los que estamos notoriamente implantados como de aquellos de escasa o nula presencia sindical.
4.       Examinar la relación (o desconexión) entre las consignas generales y la actuación concreta de nuestras principales organizaciones en los centros de trabajo. Entre lo que decimos y lo que hacemos. Sin miedo a encontrarnos con, creo, notables sorpresas, o jodidas comprobaciones. Porque ello nos tendría que permitir un necesario ejercicio: aprender de lo que hacen nuestras organizaciones, para implantar una permanente, aunque no única, consigna: “aprender de lo que hacemos”.
5.      A tal encuesta habría que seguir un análisis riguroso, no sólo estadístico, de las actuales elecciones sindicales (cómo se han constituido las candidaturas, que programas se contrapusieron, qué porcentaje de votación se ha producido, qué resultados,…), comparándolo además con anteriores convocatorias.
6.        Examinar con todo ello cómo nos hemos adaptado (para asumirla o combatirla), o no, a la “coyuntura”, en cada momento, en cada situación, partiendo del sindicalismo como expresión de los intereses “inmediatos” de los trabajadores en tanto que tales.
7.        Otra cuestión a examinar sería cómo nos ha afectado la que creo inevitable tendencia a la burocratización de todas las estructuras, también de las que se proclaman “antiburocráticas”. No estoy seguro de que todas las medidas de adelgazamiento de estructuras tomadas bajo la presión de la crisis en la última etapa hayan sido las más adecuadas.
8.      Y, en la medida que parece que todos hemos asumido la necesidad de la Acción Sindical Transnacional, convendría ver cómo tenemos las correspondientes estructuras sindicales supranacionales y los contenidos de su actuación. Aplicarles también un método de encuesta para verificar si, como creo, algunos de nuestros problemas, o muchos de ellos, se dan de forma similar en las mismas. Examen de la realidad de las actuales organizaciones, abordando al mismo tiempo si funcionan ya como organizaciones de dirección sindical o predomina su función de simples  coordinadoras. Incluyendo las crisis concretas que se estén dando ahora en bastantes de las actuales estructuras sindicales supranacionales (Confederación Europea de Sindicatos, Confederación Sindical Internacional, Federaciones Sindicales Europeas e Internacionales, Comités de Empresa Europeos). Parece inevitable que los sindicatos de mayor peso afiliativo, y económico, en el mundo, como son los alemanes, nórdicos, estadounidense, japonés o sudafricano, ocupen una mayor proporción de puestos de dirección, pero sería deseable que en tal caso se olvidasen de que son alemanes, nórdicos, …, es decir asumieran los intereses colectivos de los trabajadores de los ámbitos en los que actúan, olvidándose de los suyos nacionales.   
9.       Sería útil también alguna consideración sobre las Huelgas Generales griegas de estos años de crisis: seguimiento, resultados –económicos, políticos, …-, así como de las NO Huelgas Generales alemana, nórdica, …
10.     Desde el sindicalismo nos pronunciamos, y hacemos bien, ante las consultas políticas a todos los niveles. Por ello tendríamos también que analizar las relaciones entre el sindicalismo y los gobiernos “de izquierdas”, analizando las efectivas, ¿inevitables?, tensiones que se dan, partiendo de la proclamada, no sé si siempre bien entendida, mutua independencia y los necesarios canales de diálogo y confrontación (inevitable entiendo también por su diferencia, no sólo de sus “esencias”, sino también por los distintos ámbitos sociales cuyos intereses colectivos deben expresar y defender). Tenemos abundantes y no iguales experiencias actuales o recientes para analizarlo: Francia, Italia, … centro y norte europeos,  Venezuela, Brasil, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Perú, Argentina, …, Indonesia, … Interesante podría ser también considerar las experiencias de la Unión Soviética, China, Vietnam, Cuba, pero éste sería otro, y largo, capítulo.  

lunes, 12 de enero de 2015

1.- Notas para un diagnóstico de la situación interna del sindicato y su relación con el colectivo que pretendemos organizar y representar

Con esta entrega comienzo mis aportaciones a este Debate sindical impulsado por el amigo José Luis López Bulla 


Me permitirán los amigos de la Academia partir de su primera pregunta (“¿Son los sindicatos ‘dinosaurios en vías de extinción’?”) para responder negativamente y con contundencia tanto a ésta como a la segunda (“¿Conviene protegerlos en ‘reservas jurídicas’?”). Creo más bien que se trata de sacudir las modorras sin miedo a las inclemencias del tiempo. Para contribuir a ello aporto a continuación algunas reflexiones.

1.   El punto de partida debe ser la crisis y su repercusión en las condiciones de vida y de trabajo de la gente, así como en la crisis de confianza en las instituciones, en la clase política entendida como las personas que individual o colectivamente deciden., decidimos, sobre la vida de los demás. Y los sindicatos somos parte de esta “clase”. Asumir tal desconfianza como punto de partida, determinar sus formas de expresión más concretas para intentar superarla.

2.    La acentuación de esta desconfianza se traduce en una radicalización de la exigencia de democracia. Si de ello derivan nuevos y/o más eficaces mecanismos de intervención de los/as trabajadores/as en la solución de los problemas colectivos, en la vida colectiva, bienvenida sea. Sobre todo después de una etapa que se teorizaba como de desafección generalizada a la “cosa” colectiva, como una tendencia a la individualización. Una radicalización de la exigencia de democracia que parece derivar en voluntad de intervención permanente, lo que resulta positivo aunque consista en reivindicar la intervención como defensa de intereses particulares. Quizás constituya ahora la forma de implicar a los individuos en el interés colectivo, el “sindical” (es decir “de la clase trabajadora”) en todo caso.

3.   Y junto con la desconfianza de los ciudadanos hacia las instituciones, de los trabajadores hacia el sindicato, hay que considerar la desconfianza de las personas que integran las estructuras de la clase política, particularmente las estructuras medias del sindicato, en su propia capacidad para resolver los problemas que se les plantean. Es decir para jugar el papel que se supone que les corresponde. Desconfianza que en este caso puede también calificarse de “desmoralización”, con importantes dosis de inseguridad y desorientación. 

4.     Es conveniente analizar ambas desconfianzas porque no son idénticas ni tienen la misma raíz. La de las personas de la estructura, su sensación de impotencia, deriva esencialmente de la conciencia, más o menos clara, de no saber cómo avanzar ante los problemas de la crisis, no tanto por no ganar, sino por la sensación de no saber por dónde avanzar. La desconfianza del colectivo parece derivar más bien de la traducción de tal impotencia en la sensación de haber podido ser engañados, estafados, por las organizaciones, por las personas que las integran, particularmente por las que las dirigen.

5.    Hay que entender tal voluntad de mayor democracia para asumirla dirigiéndola, no dejándose arrastrar por sus modas. Con el análisis de las tendencias que al respecto se manifiestan, entre las formas de democracia directa (con su posible degradación “presidencialista”, de “caudillaje”) y representativa (degradada ésta por la desconfianza en los representantes, en las formas para designarlos, en las formas para delegar responsabilidades, o en las formas para tomar decisiones).

6.     La corrupción aparece en la cúspide de esta desconfianza. El sindicato ha resultado salpicado por su supuesta, o percibida como tal, complicidad, resultado de su integración en la clase política.

7.   Habrá que prestar expresa atención a las formas concretas de corrupción y a las respuestas aplicadas o apuntadas (¿qué hacemos en los Consejos de Administración?, …). Podemos, o debemos, preguntarnos si es conveniente no estar en éste u otros espacios para no contaminarse, porque el poder puede corromper y desgastar. Pero más lo hace, de otra forma, la inutilidad entre otras, no tenerlo, porque el sentido propio del sindicalismo es precisamente conquistar espacios de poder.


Para una reflexión eficaz sobre todo ello hay que evitar repetir análisis conocidos, preguntas conocidas, respuestas conocidas, dudas conocidas, … tópicos conocidos. Consciente de que no es fácil, voy a intentar aportar algunas propuestas o sugerencias en próximas entregas.

sábado, 10 de enero de 2015

UN INTERESANTE FORO PARA EL DEBATE SINDICAL. UNA INVITACIÓN A LA MÁS AMPLIA PARTICIPACIÓN

Con la publicación por parte de José Luis López Bulla del artículo de un grupo de Catedráticas/o de Derecho del Trabajo de la UAM (En el blog de López Bulla: "Sindicatos: de la concertación (social) al desconcierto (general)), y de hecho por toda su continua publicación de trabajos sobre el sindicalismo, podemos entender que se abre un debate público en su blog sobre la actualidad y el futuro sindical. Los próximos Congresos de los dos grandes sindicatos españoles, CCOO y UGT, añaden importancia a la iniciativa, constituyendo además una oportunidad para abrir las ventanas y contribuir a que circule el aire y las ideas.

No se trata de sustituir los correspondientes foros sindicales en sus respectivas organizaciones sino más bien de intentar contribuir a ellos desde uno de los muchos ámbitos de reflexión como es el blog del amigo José Luis.

Por mi parte voy a aportar en breve algunas consideraciones al respecto en la medida que entiendo que estamos viviendo un momento muy particular (todos lo son, pero éste más) de crisis que tiene una específica expresión en el ámbito del sindicalismo.

Tengo hechas algunas notas con las que pienso trabajar después de leer con atención la aportación de los amigos de la Academia. Las tengo ordenadas en tres apartados:

-    Para un diagnóstico, desde la generalizada desconfianza hacia las instituciones, el sindicato entre ellas

-   Para encontrar respuestas, intentando conocer y entender las formas de expresión de los sentimientos y voluntades individuales y colectivas

-  Una posible iniciativa para “reinventar” el sindicato: un  proceso sindical constituyente con voluntad unitaria


Y sobre todo ello una previa:

Una opinión que viene a cuento 


Con una primera entrega:

Notas para un diagnóstico 

Y una segunda:

Para encontrar una respuesta