El texto al que ahora me refiero con mis consideraciones al respecto es:
Queridos amigos José Luis y Paco,
Vuestros comentarios
a lo que habéis considerado, positivamente, como una “provocación” por mi parte,
van más allá de lo pretendido. En cierta manera me retrotraen a positivas experiencias
personales, sobre todo de finales de los años 60 y primeros de los 70 del siglo
pasado, cuando en muchas reuniones las respuestas de los participantes en las
discusiones iban más allá de lo conscientemente sugerido por quien las abría,
enriquecían la discusión y con ello permitían (aunque no siempre sucedía) una
síntesis (“resumen” lo llamábamos y algunas veces no era más que la repetición
del “informe” inicial) que sin duda mejoraba el planteamiento inicial.
Creo que coincidimos
en que el sindicato, como organización del colectivo de nada menos que de la
“clase obrera” (yo ahora prefiero denominarla “clase trabajadora” y no me
importaría utilizar la que creo mejor definición francesa de “clase
asalariada”) en defensa de sus reivindicaciones inmediatas, tiene entidad
propia y no debe supeditarse a un partido político por muy “de la clase obrera”
que se pretenda. Y también que siendo así, es decir un colectivo ciertamente
importante pero que es sólo “una parte” de la sociedad, el sindicato no debe
pretender suplantar las funciones del o de los partidos políticos ni de las
instituciones democráticas.
José Luis plantea la
cuestión de la “independencia” (mejor que la “autonomía”) del sindicato
respecto del partido con referencia a la polémica Marx-Lasalle. De acuerdo. A
ello quiero añadir que más allá de la necesaria independencia es también posible
la confrontación apuntada por Lenin
en enero de 1921 en su polémica con Trotski, cuando éste preconizaba la
militarización de los sindicatos, teoría
y práctica que por cierto aplicó a fondo Stalin. Lenin afirma la confrontación
como necesaria nada menos que en la propia sociedad soviética. Dice Lenin que
“los sindicatos… no podrán perder aún en muchos años una base como la ‘lucha
económica’ no de clase en el sentido de lucha contra las deformaciones
burocráticas de la administración soviética, en el sentido de defensa de los
intereses materiales y espirituales de la masa de los trabajadores…”. No
coincido con Lenin en que se trata de una lucha “no de clase”, pues entiendo
que sí lo es todo aquello que les afecta colectivamente, pero lo esencial es en
mi opinión la afirmada existencia de concretas contraposiciones de intereses del
colectivo de los trabajadores (“en defensa de intereses materiales y
espirituales”) con la “administración soviética”, de hecho el Partido que
ejerce la “dictadura del proletariado”. Supongo
que no es casualidad que este aspecto de la teoría “leninista” no ha sido luego
desarrollado por el marxismo-leninismo-estalinismo, tampoco estoy muy seguro de
que sea coherente con el conjunto del propio pensamiento leninista.
En la historia del
movimiento obrero esta independencia se ha visto seriamente dificultada por el
hecho de que partidos socialistas, socialdemócratas y comunistas, han
compartido fundadores y dirigentes con los sindicatos. Hoy en España esto se
plantea esencialmente en UGT (con todos los matices que se quiera a partir del
liderazgo de Nicolás Redondo), ya que la crisis del espacio comunista nos ha
dejado a CCOO en una aparente orfandad que se ha traducido en mayoría de edad
(me refiero al aspecto organizativo, no tanto en sus contenidos y tradiciones).
Más allá de la
“independencia”, Paco Rodríguez plantea en mi opinión otra cuestión clave
cuando señala la necesidad de evitar “invasiones” mutuas de campos y
competencias entre partido y sindicato. Lo que por otra parte no debe impedir
que el sindicato tome posición ante los problemas de la política, pero se
trataría de definir sus posiciones ante las cuestiones del momento y en función
de los intereses concretos del colectivo que representa, la clase de los
asalariados, y no de los “objetivos
generales a medio y largo plazo” en palabras de Paco. Precisamente al hilo de estas consideraciones
creo que podemos abordar mejor la cuestión primera, es decir “qué es y cómo se
construye la ‘ideología’ del sindicato”.
Si partimos de la
naturaleza del sindicato como resultado de su voluntad de organizar al
colectivo de la clase en torno a sus reivindicaciones inmediatas, mientras que
la del partido convoca a su adhesión-afiliación a partir de un proyecto a medio
y largo plazo, resultará lógico que el sindicato pretenda integrar a personas
asalariadas de las más heterogéneas opciones políticas, mientras que el partido
exigirá una evidente coherencia política al colectivo que pretende organizar.
Cuestión no secundaria si asumimos que el sindicalismo único (unitario) es
compatible con un sistema democrático, mientras que resulta difícil que éste lo
sea con el partido único.
Las anteriores
consideraciones llevan a aterrizar al concepto de “ideología” del sindicato,
que entiendo como los criterios de referencia para dar respuesta a los
problemas de cada día de la clase trabajadora. Problemas de condiciones de
trabajo en primer lugar, pero no sólo, pues, a partir de éstas, el sindicato,
que no delega en partido político alguno, plantea sus respuestas a todos los
problemas del momento. Y desde esta referencia creo que el qué y el cómo son
indisociables: la ideología sindical como resultado de su propio proceso de
elaboración.
Desechada la
importación desde el espacio de la política, entiendo que el eje de la
elaboración de los criterios sindicales debe partir de los intereses que se
propone defender, lo que nos lleva a plantearnos la naturaleza del colectivo
que pretende organizar y representar. De los colectivos que lo integran en los
diversos ámbitos en los que se estructura la relación asalariada: departamento,
sección, centro de trabajo, unidad empresarial, ámbito territorial y
administrativo, país, región mundial, en planeta en su conjunto. De momento los
límites son los de nuestro mundo, globalizado ciertamente, pero aún sin
proyección transplanetaria.
Constituiría también
ideología sindical la consciente interrelación entre los intereses de los
diversos colectivos y los criterios para su defensa colectiva en los diversos
ámbitos, asumiendo que puede haber intereses contradictorios en el seno de cada
uno de ellos, pero convencidos de que los hay comunes, que la síntesis de unos
y otros en todos los ámbitos destila intereses colectivos que resultan
prioritarios sobre los particulares, que constituyen el cuerpo que da sentido a
la organización colectiva unitaria y que además se convierten en tutela para el
desarrollo de los intereses de los colectivos de menor ámbito. Para esta labor
de síntesis y de la organización de la defensa de sus resultados resultan
imprescindibles órganos de dirección en cada ámbito con capacidad de efectiva
representación.
Ideología, criterios
para la acción, que no se limitan a lo que pueda resultar de la propia acción, pero
que se alimentan permanentemente de ésta, que van acumulando una línea de
actuación, un patrimonio de ideas y experiencias, que no parten pues cada día
de cero, sino que se van enriqueciendo, matizando, modificando, en base a la
propia evolución de los hechos, de la realidad.
Releyendo lo escrito
veo que en los términos empleados hay una cierta confusión entre lo que es y lo
que debería ser, y quizás no es, pero de nuevo creo que de ambos tenemos
suficientes muestras.
¿Seguimos
conversando?
“Insistiendo sobre los sindicatos”, Obras Escogidas, Tomo III, pagina 583,
Editorial Progreso, Moscú 1961, Instituto de Marxismo-Leninismo del CC del PCUS.
Esta misma cuestión es abordada por Roger Garaudy en su librito “Lenin” editado
por PUF, remitiéndose al Tomo XXIII de sus Obras Completas, lo que tuve ocasión
de comprobar en verano de 1969 ante primero el escándalo y luego la
estupefacción de mis anfitriones, los dirigentes del SED en la RDA.