Un
título cuya versión en positivo podría ser: Europa está inmersa en
un mundo muy interrelacionado sobre el que está obligada a incidir porque le
interesa. El sindicalismo europeo debe ser un actor principal en la
construcción europea, para más y mejor Europa, para la defensa y desarrollo del
modelo social europeo, sólo posible con la defensa y globalización de los
derechos humanos, particularmente de los derechos del trabajo.
Esto
viene a cuento del 14º Congreso de la Confederación Europea de Sindicatos, la
CES, celebrado en Viena del 21 al 24 de mayo, la misma semana de las elecciones
del Parlamento Europeo. La CES celebró su Congreso casi de incógnito, a pesar
de que se afirma como representante de nada menos que 45 millones de
trabajadores, de 90 organizaciones nacionales y 10 federaciones europeas. Un
Congreso que ha pasado desapercibido ¿Cuánt@s de l@s que leéis estas notas
sabíais de su celebración, y de lo que en él se trató?
Aparentemente
plantea pocos problemas sobre sus contenidos si para ello sólo valoramos los
enunciados formulados en los documentos conocidos. Menos satisfechos podemos
estar si consideramos que éstos contienen esencialmente tópicos[1] y genéricas
afirmaciones. Los problemas, las preguntas, surgen si se pretende averiguar
cómo se concretan tales enunciados. Y más cuando se considera lo que no dice,
así como la relación de todo ello con la práctica sindical diaria.
Ni
en las páginas web de la propia CES, ni en las de nuestras confederaciones
españolas de CCOO y UGT, he encontrado el “Programa de acción” que se dice
aprobado después de su supuesta discusión previa y de su votación casi unánime
en el propio Congreso. Me referiré pues al “Manifiesto de Viena”, este sí
archivado[2].
No
entraré en temas organizativos porque tengo pocas referencias, aunque sorprende
que no se haya presentado ninguna candidatura alternativa al actual Secretario
General, Luca Visentini de la UIL italiana, después de meses en los que se
afirmaba que su gestión era muy cuestionada.
Parece
asumirse la crisis del “modelo social europeo”. Se ignora sin embargo la
relación, en mi opinión evidente, entre esta crisis y las evidentes violaciones
de los derechos humanos, particularmente de los derechos fundamentales del
trabajo, en el mundo. Una consideración que sin duda exige dos premisas. Por
una parte, asumir que Europa dejó de ser el centro del mundo y empieza a ser el
“Extremo Occidente” de un mundo cuyo centro se desplaza al Pacífico. Y por otra
que desde Europa, la ciudadanía europea, las instituciones europeas, y más el
sindicalismo europeo, tenemos una particular responsabilidad en la medida que
están aún en nuestros países (aunque no sólo) las cabeceras de numerosas
multinacionales cuyas cadenas de suministro se extienden a los países
emergentes, de lo cual deriva una particular relación en la necesaria defensa
de los derechos del trabajo en todo el mundo. Con la necesaria asunción del
concepto, aquí aplicable, de que la solidaridad eficaz es la que interesa no
sólo a los que la reciben sino también a los que han de practicarla.
También
es objetable el planteamiento europeo de la CES. Se preconiza un “Protocolo de
Progreso Social”, “relanzar … un aumento de la inversión pública”, “revisar la
gobernanza económica de la UE”, “reconstruir el modelo social europeo …
aplicando los principios del Pilar Europeo de Derechos Sociales”[3], “reforma del
derecho de competencia”, “reforma de la legislación de la UE sobre información
y consulta”, …, y así otras solemnes afirmaciones. Todo ello como obligaciones
que se señalan a las instituciones europeas, reiterando el vicio de indicar a
los demás lo que deben hacer sin plantear la propia responsabilidad en cómo
incidir en ello, cómo contribuir a que se haga realidad lo que se preconiza.
En
un Congreso sindical lo prioritario debería ser plantearse cómo interviene,
como influye, el sindicalismo organizado. Se afirma la voluntad de “aumentar la
acción para construir una agenda europea justa y sostenible para la migración,
la globalización, el comercio internacional, …” Pero no se señala ninguna
iniciativa sindical al respecto. Porque no entiendo que lo sea la fórmula, no
desarrollada, de una “Asociación para la Negociación Colectiva … para reforzar
y construir una negociación colectiva nacional autónoma y más fuerte, y
derechos laborales y sindicales en cada Estado miembro de la UE”. ¿Es
suficiente? ¿Sólo una negociación “nacional”? ¿y “autónoma”? ¿Sin Negociación
Colectiva “europea”? De ésta, de la acción sindical europea que supone, nada se
dice en el “manifiesto”. Se menciona como objetivo “una convergencia al alza de
los salarios y las condiciones de trabajo”, pero no se indica ninguna
iniciativa de acción y negociación sindical al respecto. Perece una nueva
propuesta a las instituciones europeas, no a la clase trabajadora europea para
la acción sindical.
Hay
que señalar otra flagrante ausencia, la de la acción sindical europea por un
“salario mínimo europeo”[4], imprescindible en
mi opinión para que la supuestamente pretendida “convergencia al alza de los
salarios” no sea sólo resultado de la dispersa acción de cada país, como hasta
ahora está sucediendo, sino de una consciente y colectiva acción sindical
europea. Ausencia tanto más llamativa, y grave, precisamente en un momento en
el que el tema ha sido abiertamente planteado por Macron y recogido en algunos
debates políticos en torno a las recientes elecciones europeas. Se trata de una
cuestión no menor, baste recordar que los salarios mínimos en la Unión Europea
van de los 286 € mensuales en Bulgaria (inferior al de Turquía y al de las
zonas industriales de China -350 en Shanghai-) a los 2.071 € de Luxemburgo, sin
olvidar los datos de otros países europeos, como los 210 € de Albania. Un tema
que se abordó ya en el Congreso de la CES de Sevilla de 2007, pero en el que
nada se acordó por las importantes reticencias de algunos sindicatos,
particularmente del Norte. Luego se pasó de puntillas sobre el mismo en el
Congreso de Atenas y nada sé al respecto en el de París. Tampoco en éste, al
menos en su Manifiesto. Quizás algo habrá en el misterioso Programa de Acción.
Algo
se ha estado comentando a lo largo de estos años. Se reitera la idea de que en
cada país el salario mínimo debería alcanzar el 60% del promedio de sus
retribuciones. Pero ello mantendría la disparidad entre países. Esta fórmula
debería ir acompañada de cifras objetivo para un mínimo europeo que se fuera
incrementando por encima del conjunto de retribuciones. Y un proyecto temporal
para alcanzar un Salario Mínimo Europeo eficaz,
contribuyendo a la afirmada “convergencia al alza”. Creo que ha llegado el
momento de concretarlo, de avanzar en la acción sindical para hacerlo realidad.
Conviene
señalar que en lo relativo a los salarios en Europa se está produciendo ya un
evidente reequilibrio, como lo muestran entre otros que los incrementos
retributivos más importantes en los últimos años en Europa se han producido en
Rumanía, Lituania y Bulgaria. En estos países el promedio del aumento anual de
sus salarios mínimos entre 2009 y 2019 fue del 11, 9,3 y 9 %
respectivamente. Algo similar sucede en el mundo[5]. Un fenómeno de
necesaria constatación, sobre todo si se pretende, como se debería, incidir en
él consciente y organizadamente desde el sindicalismo.
Salvo
una mención a la “migración” como problema, no encontramos ninguna referencia
al importante fenómeno migratorio y las necesarias propuestas sindicales al
respecto. Un fenómeno ciertamente muy complejo de gestionar, pero tan
importante para salvar vidas huyendo del hambre y de las guerras, para la
defensa de los derechos humanos, a la vez que tan necesario también para una
Europa que envejece. Ninguna referencia a que la respuesta sólo puede ir en la
línea solidaria con los emigrantes, así como a la apuesta por el reequilibrio
mundial de las condiciones de vida, potenciado desde el “Norte” social y
geográfico, y por la globalización de los derechos, entre los que el salario
digno, “vital”, es uno de los esenciales.
Sobre
el Brexit hay una “declaración”[6] que aborda
positivamente los problemas de la actual negociación, los riesgos que supone
para los trabajadores comunitarios en el Reno Unido, para los británicos en
Europa, o los para la ciudadanía irlandesa y para los trabajadores del Campo de
Gibraltar; con oposición “al desastre de un Brexit sin acuerdo”. Con la
propuesta sindical de cómo hacerle frente, quizás convendría profundizar además
en las razones del euroescepticismo o antieuropeismo en sectores importantes de
la clase trabajadora europea y plantearse la necesaria respuesta de explicación
y acción sindical para “más” y “mejor” Europa, más y mejor “modelo social
europeo”.
El
impulso de la acción y organización sindical europeas serían sin duda un buen
antídoto frente al soberanismo identitario que se expresa en tantos ámbitos con
sus contenidos antisolidarios y xenófobos que impulsa las tendencias
renacionalizadoras. Uno de los inmediatos objetivos sindicales europeos debería
ser desarrollar la acción y la reflexión que permitieran establecer los
intereses comunes y solidarios de la clase trabajadora europea, sin olvidar que
constituye ya una parte de la clase trabajadora global con, también, intereses
comunes que podrían hoy sintetizarse en la “globalización de los derechos”. Así
deberíamos ir construyendo una positiva identidad europea como parte integrada
en la identidad de la ciudadanía mundial.
En
definitiva, bienvenido sea el 14 º Congreso de la CES si, a pesar de sus
evidentes deficiencias, estimula la necesaria reflexión sobre el sindicalismo
transnacional y nos ayuda a entender la necesidad del sindicalismo europeo como
parte del sindicalismo global en la acción y organización sindical de cada día,
más allá de los papeles y de algunos encuentros congresuales.
[1] Además del autobombo no justificado al afirmar que la CES y sus
afiliados “han diseñado políticas sólidas para el futuro de la economía, la
sociedad y el mercado laboral europeos”. Quizás están en el secreto Programa de
Acción.
[2]https://www.ccoo.es/f012eb464949448c7bfdfb2a4344d416000001.pdf?fbclid=IwAR0Vd1wId0QFfG247FbgxA4eeRQYk2vfwXVuKwYDBqWxLV5gcRIvzEJLKd0
[4] A ello me he referido en diversas ocasiones, la última: https://iboix.blogspot.com/2019/05/elecciones-europeas-salario-minimo.html?fbclid=IwAR34Mae-t6azUeRZe1borBeaO-kzzGX8KDmohDTtJYdV-NoTtMdid_SMVTQ
[5] Algunas
cifras significativas sobre los aumentos de los Salarios Mínimos en varios
países: en Bangladesh se multiplicó por 2,3 en 5 años, en China un incremento
similar en 4 años y por 10 en 13 años, en Camboya se dobló el salario mínimo en
3 años, en Vietnam se multiplicó por 12 en 16 años. Cifras que no pueden
haceros olvidar los bajos niveles en que aún se sitúan, pero que indican
positivas tendencias a tener en cuenta.
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