Hasta la irrupción de la pandemia yo creía que la Globalización, desarrollada a lo largo de siglos y acentuada a finales del XX e inicios del XXI, era un fenómeno irreversible salvo crisis nuclear y en el que sólo cabía luchar para hacer realidad lo de “otro mundo es posible”, como se proclamaba en el Manifiesto de Portoalegre en los albores de este siglo. Hoy pienso que existe un evidente riesgo de retroceder, aumentando los aislamientos insolidarios, como resultado también de una/s pandemia/s, o epidemias regionales descontroladas, no imposibles vistos los nuevos nacionalismos, así como la irresponsabilidad y locura de algunos líderes mundiales traducidas estos días en la legía, automedicación y chistes malos de los Trump, Bolsonaro y cia.
Para apuntar algunos datos y consideraciones voy a referirme a la industria mundial del vestido, inmersa desde hace décadas en un fuerte proceso de globalización y sobre la que tengo alguna experiencia de actividad sindical. Muy útil sería también examinar otras experiencias, como la de NISSAN en estos momentos y a la que me referido en este blog y en mi muro de Facebook.
Pero antes algunas referencias más de conjunto. A 20 de mayo la cifra de infectados en el mundo por el Covid-19 era ya de 4,9 millones y la de muertes de 329.000. La OIT estima que sobre los 3.300 millones que constituyen la población laboral mundial, la pandemia puede provocar la pérdida de unos 300 millones de empleos. Por su parte la Confederación Sindical Internacional (CSI) considera que de entre los que no pierden el empleo, para unos 2.500 millones sí va a suponer una pérdida parcial, temporal o definitiva, del mismo. Por otra parte, Intermón estima que la población por debajo el umbral de pobreza, entre 700 y 800 millones en 2015, podría aumentar en 500 millones como consecuencia del Covid-19. La OIT considera que, sobre los citados 3.300 millones de trabajadores en el mundo, la economía informal mundial integra a unos 1.600 millones y que los ingresos de los inmersos en ella están disminuyendo en torno a un 60 % (80 % en África).
LA INDUSTRIA DE LA MODA EN EL COVID-19
La pandemia, con los cierres de fábricas y comercios y las medidas de confinamiento que ha provocado, ha supuesto evidentes modificaciones en el consumo inmediato y está por ver cuál será su incidencia en el consumo a medio y largo plazo. Ello ha tenido ya una inevitable e inmediata repercusión en las cadenas mundiales de producción de las grandes y pequeñas empresas, nacionales y multinacionales. Veamos lo que significa en diversos escenarios.
En los primeros compases de la pandemia las grandes multinacionales de la industria de la moda empezaron tomando posiciones, algunas pensaron incluso que les podía beneficiar de forma inmediata. Varias anunciaron a sus proveedores sus decisiones unilaterales: reducción de los compromisos adquiridos tanto en cuantías como en precios. Valgan como ejemplos ARCADIA, multinacional británica, que ya el 10 de abril mandaba una circular a sus proveedores anunciándoles que había decidido reducir los precios de los productos ya acordados en un 30 %, o ASDA (filial de la estadounidense WALMART) que decidió rebajar sus precios a los proveedores en un 50 % en los productos en proceso de fabricación y en un 70 % en los aún no iniciados.
Ante la presión sindical en diversos países proveedores y de IndustriALL Global Union, unas pocas multinacionales (Inditex, H&M, PVH, Target, VF y Kiabi) asumieron públicamente su compromiso de mantener en volumen y precio los pedidos acordados. Otras lo rechazaron expresamente: Bestseller, Primark, Walmart, Tesco, JCPenney, Mark & Spencer, Mothercare, … Lo cierto es que el 7 de abril a las fábricas de Bangladesh se les había cancelado ya pedidos por 3.050 millones de USD (dólares USA). Y siguieron aumentando.
La pandemia y las decisiones de las multinacionales tuvieron una inmediata y preocupante repercusión en los países donde se sitúan sus fábricas proveedoras. Cierre definitivo de algunas fábricas (25 % en Myanmar, 30 % en Camboya, muchas en Bangladesh), paralización inmediata y de futuro inseguro para las demás. También aperturas forzadas de fábricas (a los 10 días en Myanmar, al mes en un mínimo del 50% en Bangladesh) para terminar pedidos pendientes o para hacer frente a nuevas oportunidades.
En Centroamérica informan de la pérdida de 80.000 empleos y una deuda de 1.700 millones de USD en salarios atrasados en las maquilas que trabajan esencialmente para la industria norteamericana, siendo Nicaragua uno de los países más afectados.
Todo ello creó una tremenda confusión. En muchas ocasiones la reapertura de fábricas ha ido acompañada de un llamamiento sólo a una parte de los trabajadores que integraban anteriormente las plantillas, en ocasiones sólo a los que habitaban en la misma zona, con muy escasos medios de transporte público; otras traducido en una clara discriminación antisindical. En general con graves deficiencias sanitarias: en Bangladesh se considera que solamente en el 20% se garantizan unas mínimas garantías de seguridad sanitaria.
Un grave problema ha sido el cobro de los miserables salarios que se pagan en estos países. De los salarios adeudados de marzo, luego de los de abril, así como de las compensaciones previstas en las respectivas legislaciones o arrancadas como concesión en las discusiones con los gobiernos. Algunas referencias al respecto son las previsiones para las fábricas con suspensión temporal de actividad por la pandemia: abono de 49 USD mensuales en Camboya, el 50 % del salario en Sri Lanka o el 65 % en Bangladesh. Pero en la mayoría de países no hay constancia de su cumplimiento, aunque sí de movilizaciones, huelgas, manifestaciones, choques con la policía, detención de dirigentes sociales, … en exigencia de los salarios atrasados o de las indemnizaciones por cierres o despidos, así como por la falta de medidas de seguridad en las reaperturas. Bangladesh, Camboya y Myanmar han sido los países en los que más se ha producido la reacción de los trabajadores ante estas situaciones.
En la India reabrieron entre un 15 y un 30 % de las fábricas cerradas, pero con sólo del 25 al 30 % de las plantillas. Y en 7 Estados han anulado 35 de las 38 normas que establecían ciertos derechos del trabajo.
Se han producido problemas de migraciones en pésimas condiciones entre Tailandia, Myanmar y Camboya, así como en la India entre los diversos Estados.
A finales de abril se han hecho públicas declaraciones conjuntas de algunas de las principales marcas (H&M, INDITEX, ADIDAS, TCHIBO, PVH, …), promovidas por IndustriALL Global Union, para coordinar con la OIT una particular atención a las fábricas de sus cadenas de aprovisionamiento. En relación con sus proveedores de Myanmar, este mismo grupo formalizó a comienzos de mayo otro documento en el mismo sentido con los sindicatos locales. Pero sin más iniciativas hasta ahora para resolver los muchos problemas concretos que se plantean a diario, y sin un balance de cómo se han traducido estos compromisos.
Represión en Bangladesh
No ha sido fácil la respuesta a este conjunto de situaciones, con problemas concretos y no idénticos en cada lugar, expresión a la vez de un problema global. La reacción de los sindicatos locales, de las organizaciones regionales, de los sindicatos globales, ha sido en general de denuncia genérica, pero de muy difícil atención a los conflictos concretos. No se han producido iniciativas para coordinar las respuestas puntuales o para respuestas de conjunto. Para entender esta confusión puede ser de interés el informe de la Confederación Sindical Internacional sobre Asia-Pacífico[1].
Significativo es lo sucedido en la empresa MYAN MODE de Myanmar, de unos 1.200 trabajadores antes de la pandemia, proveedora entre otras de las multinacionales españolas INDITEX y MANGO. En la reapertura de la fábrica, con una menor carga de trabajo, la empresa llamó a la mitad de la plantilla, dejando en la calle a unas 600 personas que eran precisamente las trabajadoras afiliadas al sindicato. En aplicación de los Acuerdos Marco (Global con Inditex, Bilateral con Mango) el Coordinador Sindical de IndustriALL y de CCOO-Industria, en conexión con el sindicato de Myanmar, ha estado discutiendo el tema con las dos multinacionales, logrando que éstas fuercen una negociación en el país y una aproximación de posiciones al asumir la empresa proveedora la readmisión inmediata de los dirigentes sindicales y de un primer grupo de trabajadores y, en función de los nuevos pedidos, de más trabajadores. Se sigue negociando. Resulta también significativo, y muy preocupante, que del seguimiento de los informes de las organizaciones sindicales supranacionales no sea posible aportar otras experiencias similares de los muchos conflictos similares que seguro se están produciendo, tampoco de cómo se aplican los Acuerdos Marco Globales para abordar los problemas que se dan en las cadenas de suministro de las multinacionales que los han suscrito.
Myanmar: Asamblea de trabajadoras despedidas
En algunos países con mayor presencia organizada de los sindicatos (Brasil, Sudáfrica, Túnez y Malasia) se han producido acuerdos sindicales con patronales y/o con empresas concretas para reorientar la producción de numerosas fábricas a la producción de mascarillas, batas y otro material sanitario.
¿RESPUESTA?: INFORMACIÓN y RECOMEDACIONES, con ¡ABSOLUTA AUSENCIA DE INICIATVAS GLOBALES!
Lo señalé ya e insisto, ha habido información (no siempre al día) y recomendaciones (de lo que tiene que hacer los demás), pero con una total falta de iniciativas por parte de instituciones que tienen responsabilidades y representación globales.
Así lo vemos tanto en la ONU (https://www.un.org/es/ coronavirus), como en la OIT cuando su Director General señala sus deseos de una “nueva y mejor normalidad” (http://lopezbulla.blogspot. com/2020/05/por-unanueva-y- mejor-normalidad.html) sin ninguna iniciativa para conseguirlo.
Y en la Organización Mundial del Comercio (OMC), con una crisis expresada por el anuncio de la dimisión de su Director General, el brasileño Roberto Azebedo, un año antes del final de su mandato, “por motivos personales” (https://www.wto.org/spanish/ tratop_s/covid19_s/covid19_s. htm). También en la OMS (https://www.who.int/es), sometida a permanentes chantajes de Trump.
Por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI) encuentro como última toma de posición ¡una del 23 de marzo! (https://www.imf.org/es/News/ Articles/2020/03/23/pr2098- imf-managing-director- statement-following-a-g20- ministerial-call-on-the- coronavirus-emergency). Más reciente es la nota del Banco Mundial (BM) sobre apoyo a peticiones de diversos países. Pero ninguna de las dos instituciones financieras mundiales asume una iniciativa global para hacer frente a la pandemia con propuestas propias. Algo más ha planteado la Unión Europea y el Banco Central Europeo (https://europa.eu/european- union/coronavirus-response_es) .
Pero lo que me parece más importante, y más grave, es la falta de iniciativas de las organizaciones sindicales supranacionales, más allá de sus informaciones y ocasionales denuncias. Ante esta pandemia los sindicatos globales, la Confederación Sindical Internacional (CSI) e IndustriALL Global Union, tienen una particular y directa responsabilidad. Precisamente por su carácter global no pueden limitarse a explicar que pasa por el mundo y a darnos algunas recomendaciones sanitarias, ni limitarse a formales declaraciones de solidaridad con particulares colectivos de trabajadores en uno u otro lugar.
Están en juego intereses comunes, colectivos, solidarios, de la clase trabajadora mundial, en base a los cuales pueden y deben tutelarse los intereses particulares regionales o nacionales. Pero limitarse a divulgar éstos puede incluso fomentar corporativismos insolidarios, como puede estar sucediendo cuando aparecen llamamientos a la relocalización industrial y al proteccionismo comercial, como disputa entre países y sus sindicatos. Las organizaciones sindicales supranacionales tendrían que abordar en el ámbito de la industria del vestido la particular problemática de las cadenas de suministro de las marcas mundiales. Deberían jugar un papel clave, pero hasta ahora son más bien sólo un espectador más o menos lúcido. Es una actitud inaceptable.
La exigencia de organizaciones globales capaces de superar los corporativismos locales, a la vez que tutelarlos, debería surgir de muchas de las estructuras sindicales, nacionales y sectoriales, desde los más diversos confines mundiales. Pero no se oye, seguramente porque no es fácil trascender de los intereses inmediatos de cada grupo y entender que la propia defensa de éstos precisa de la protección desde intereses globales eficaces. Entender y asumir su existencia, elaborar sus contenidos, conseguir la conciencia colectiva de su significación, con el protagonismo en todo ello de las organizaciones sociales supranacionales, globales, es una de las premisas de esta “nueva y mejor globalización” que necesitamos. Algunas pocas positivas experiencias indican que es posible.
Para terminar estas notas y este emplazamiento quiero recuperar una idea elemental de mis ya algo lejanos estudios de matemáticas en el bachillerato. Recuerdo la máxima de que para resolver un problema lo primero y esencial es plantearlo adecuadamente. Con estas notas, datos y consideraciones, no pretendo tener la solución, pero sí contribuir al planteamiento adecuado del problema, con confianza todavía en que “otro mundo es posible”, sin miedo a que este otro mundo sea global, convencido de que conseguirlo exige mucho de las personas y, sobre todo, de las organizaciones que expresen intereses colectivos solidarios.
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