Por un
proyecto articulado desde lo global hasta lo local, y viceversa
El grupo REDES[1] ha publicado
un interesante documento, titulado “DEMOCRACIA, SINDICALISMO Y CRISIS”[2], en el que
colaboran la CGIL italiana, CCOO de España, CUT de Chile, CUT de Brasil y CTA
de Argentina. Para abordar algunas cuestiones sugeridas por este trabajo,
incluyo dos citas del mismo:
“La dinámica que provoca la nueva
relación (se refiere a los efectos de las reformas laborales
del último periodo) entre ámbitos de negociación, con la mayor
relevancia del ámbito de empresa, puede ser una inercia tendente a la
corporativización” (el subrayado es mío) (Unai Sordo,
Secretario General de CCOO).
“La construcción de este nuevo
proyecto global es una tarea urgente para el movimiento sindical en todas sus
articulaciones, desde lo local hasta lo global” (el subrayado
también es mío) (Secretaría Nacional de la CGIL).
Integran este documento 5 trabajos de
comienzos de este año, con la pandemia del Covid-19 al fondo. Todos ellos
constituyen un llamamiento a la acción y a la reflexión sindical, y alertan
acerca de las tendencias corporativas que resultan de una reacción defensiva
ante las dificultades del momento. Pienso por ello que, frente a una cierta
tendencia a reiterar los males del momento y la tópica lista de culpables, es
preferible profundizar en la apuntada articulación de lo local hasta lo global,
o desde lo global hasta lo local, para establecer nuevas líneas de una más
efectiva acción sindical.
El rechazo del corporativismo constituye
una invitación a situar como referencia esencial el ámbito en el que mejor se
sintetizan los intereses colectivos de la clase trabajadora. Como se viene
repitiendo en estos días, el Coivid-19 no entiende de fronteras. Tampoco la
internacionalización productiva, elemento esencial de la globalización
acentuada en los finales del Siglo XX y en este Siglo XXI.
La reflexión de Unai Sordo afirmando el
papel decisivo que han de tener la interlocución sectorial para evitar la
“corporativización”, me lleva a proyectar esta reflexión a la acción social
frente a la pandemia y plantear la pregunta de ¿cuál ha de ser el ámbito del
“sector” en la interlocución social del momento?
Es evidente hoy que los ámbitos de una
estrecha interrelación social y económica no terminan en las fronteras
nacionales. Así es esencialmente en las relaciones económicas, de producción,
de comercio y de consumo. Si hiciera falta alguna prueba, tras los ya muchos
años de práctica de las multinacionales con sus largas cadenas de suministro,
el Covid-19 ha venido para mostrarnos una propagación sin visado, así como la
dependencia de los países más desarrollados de los artículos sanitarios que
hemos tenido que ir a buscar a China.
Una problemática ante la que surgen
voces reclamando una “renacionalización” industrial y un nuevo proteccionismo
comercial. Estoy convencido de que ésta no es la mejor solución, salvo que se
pretenda hacer retroceder varios siglos la rueda de la Historia.
Estamos viviendo situaciones que
permiten ilustrar estas consideraciones con importantes problemas del momento,
como lo los de empleo que se plantean en las fábricas de Nissan en España o en
las de ropa de Bangladesh, a los que me he referido recientemente, pero que
quiero recuperar brevemente.
En NISSAN-España los trabajadores están
inmersos en una difícil batalla por mantener aquí las actuales instalaciones,
con propuestas sindicales para nuevas iniciativas industriales, pero con una
gran dificultad para incidir en los proyectos del primer grupo del automóvil
mundial, NISSAN-RENAULT-MITSUBISHI, con fábricas en los cinco continentes y
matriz en Japón. Una situación en la que las Federaciones Sindicales Europea e
Internacional se han limitado a proclamar en un papel su solidaridad con los
trabajadores españoles y a reclamar que NISSAN vuelva a la mesa de
negociaciones “española”, sin ninguna iniciativa europea y mundial, los dos
ámbitos en los que se sitúa hoy el problema.
En Bangladesh, a más de 2 millones de
trabajadores, mujeres la mayoría, de la industria del vestido que trabajan para
las grandes marcas mundiales de ropa (algunas, americanas en particular, se han
declarado en quiebra estos días), se les plantean uno o varios de los
siguientes problemas: quedarse sin empleo, dejar de percibir sus salarios desde
marzo o abril, volver al trabajo sin suficientes medidas de seguridad y
protección sanitaria, no llegar ni a percibir el 20% de sus míseros salarios
(previstos en situaciones de paro forzoso como el que puede resultar de la
cancelación de pedidos por parte de las multinacionales del vestido), despido
de sindicalistas por parte de los empresarios locales con el pretexto de los
actuales problemas de producción. Problemas similares se plantean en Myanmar y
en prácticamente todos los países emergentes integrados en las cadenas de
producción de las empresas multinacionales, sin que se haya producido ninguna
reacción, más allá de los papeles, ni del sindicalismo global ni del de los
países sede de las multinacionales y para cuyo consumo trabajan.
En ambos casos se apuntan posibles
intereses contradictorios de la clase trabajadora entre los países más
desarrollados (entre España y Francia en el caso de NISSAN[3] al platearse
el traslado de la producción de uno a otro país), y entre éstos y los de los
países emergentes, con llamamientos a la relocalización y a la desglobalización
que provocan reacciones corporativas e insolidarias en el mundo más
desarrollado.
Al mismo tiempo, y no sólo para hacer
frente a los problemas del momento, creo que resulta evidente la muy
insuficiente iniciativa de las organizaciones sindicales supranacionales para
expresar los intereses comunes y solidarios de la clase trabajadora en los
ámbitos más amplios que comportan además la tutela de los intereses
particulares de grupos de ámbitos más reducidos[4]. Volviendo a los
dos ejemplos antes citados con bien subrayar de hecho no es en absoluto un
problema solamente, ni esencialmente, español o bengalí, aunque tenga en ambos
países su más inmediata incidencia sino de organización global de la producción
y de las condiciones de trabajo en el planeta.
Para abordar esta problemática resultan
muy oportunas las dos citas que encabezan estas notas: 1) sindicalismo global
frente a la corporativización, y 2) por una adecuada articulación de la acción
y contenidos sindicales de lo global a lo local, de lo local a lo global.
Para incidir en el aún muy escaso debate
sobre esta cuestión, más allá de algunas grandes frases, quiero apuntar algunas
ideas sobre lo que podrían ser los ejes sindicales en los diversos niveles de
esta articulación con el objetivo de sintetizar en cada uno de ellos los
intereses colectivos que pueden impulsar la acción sindical solidaria en su
defensa a la vez que la tutela de los intereses más específicos de los diversos
grupos que los integran.
En el ámbito global resulta evidentemente
imposible igualar de forma inmediata las condiciones de vida y de trabajo, pero
sí es posible plantearse como objetivos inmediatos la generalización de los
derechos, en particular de los derechos fundamentales del trabajo, de la
libertad sindical y el salario mínimo vital. A ello deberían contribuir los
Acuerdos Marco Globales de las multinacionales con las Federaciones Sindicales
Internacionales de su sector para aplicarlos en sus cadenas mundiales de valor
hasta el último eslabón de subcontratación, con Comités Sindicales Globales,
así como los acuerdos puntuales conjuntos de las principales multinacionales
con el sindicalismo global ante determinados problemas, como lo fue el de
Bangladesh respondiendo a la catástrofe de Rana Plaza, o como debería serlo hoy
ante el Covid-19 y su incidencia en las cadenas mundiales de valor.
En los ámbitos de las grandes regiones
mundiales es necesario aproximarse a sus particulares condiciones dentro del
escenario global. En América Latina, Magreb, África Subsahariana, Oriente
Medio, Sudeste asiático, …, podría plantearse la iniciativa sindical para
promover una negociación coordinada en cada región de los precios de venta de
sus productos, con normas mundiales de la OMC que lo ampare y que suponga una
mejora sustancial de sus propias condiciones de trabajo.
La iniciativa sindical en Europa, sola o
coordinada con la de los demás países más desarrollados del planeta, debería
plantearse como objetivo sindical conjunto que sus multinacionales garanticen
el respeto a los derechos fundamentales del trabajo en sus cadenas de
suministro. También avanzar en temas como el Salario Mínimo Europeo en una
conjunta defensa del “modelo social europeo”. Y traducir en propuestas de
acción y negociación el objetivo de hacer realidad la Carta Social Europea como
marco común de los derechos del trabajo en el viejo continente.
En cada país correspondería desarrollar
la acción por sus propias problemáticas, insertándolas en los marcos legales y
convencionales que resultaran de los ámbitos de acción y negociación más
amplios. Seguramente éste es el ámbito en el que mayor experiencia tenemos,
pero para superar corporativismos es imprescindible no limitar al mismo la
acción sindical ni entenderla en su ámbito como desligada de los marcos
supranacionales.
Establecer la articulada y consciente
relación de intereses colectivos en todos los ámbitos, desde el global hasta el
local, debería ser hoy un objetivo central del sindicalismo organizado. Creo
que aún estamos lejos de conseguirlo, pero que empiece a plantearse apunta que
nos hemos situado ya en la buena dirección.
Estas ideas, su debate y resolución
sindical en los diversos niveles de organización de la clase trabajadora
mundial, permiten también incidir positivamente en las reflexiones que han de
resultar de los planteamientos de Guy Ryder, Director General de la OIT, cuando
habla de “una nueva y mejor normalidad”[5] como
superación de la pandemia del Covid-19, o de Shara Burrow, Secretaria General
de la Confederación Sindical Internacional (CSI), al apuntar la necesidad de
“un nuevo contrato social global”[6] ante esta
misma problemática. Unos planteamientos que podrían relacionarse con el de Guy
Ryder hace ya algunos años, cuando era Secretario General de la CSI,
proclamando la necesidad de “un nuevo internacionalismo sindical”. Buenas y
bonitas fórmulas cuyo principal problema es que hasta ahora no hemos sido
capaces de darles adecuado contenido, desarrollo y, sobre todo, aplicación.
¡Que la gravedad de la actual problemática nos impulse a romper negativas
culturas e inercias y nos estimule para avanzar!
[1] “Red de trabajo colaborativo entre las distintas
instituciones de estudio, reflexión y apoyo ligadas a las organizaciones
sindicales de América y Europa”
[2] http://redisindical.org/wp-content/uploads/2020/04/democracia-sindicalismo-y-crisis-versi%C3%B3n-digital.pdf?fbclid=IwAR0MSgj4K3wFnLLm0ZaZI8EIgo3nxkch_keKABSZVXSPUCDqjsqNcuwGoTk
[4] En este sentido conviene recordar las
experiencias de los planes de reestructuración industrial vividos en España en
las últimas décadas del siglo pasado, de las cuales viví personal e
intensamente la del sector de fertilizantes de España, o en el ámbito europeo,
menos positivas en mi opinión salvo la primera reconversión europea de General
Motors, inteligentemente dirigida por la Federación Europea del Metal.
[5] https://lopezbulla.blogspot.com/2020/05/por-unanueva-y-mejor-normalidad.html?fbclid=IwAR1KohA31LnDkihsYR09Z8pn55PJQpsDWw2sYQlwsS6L9QPtYuGCpZP93LY
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