Unas
notas a pocos días del 21-D
Buena
gestión de gobierno antes que la forma de gobierno. Éste debería haber sido el
reto de las elecciones del 21-D, pero más ha de serlo ahora cuando ya se han
realizado, y corresponde hacer política a partir de su resultado. Sin
olvidar lo que estas elecciones han sido: autonómicas en el marco de nuestra
Constitución, la Constitución que democráticamente, tras conquistar la libertad
contra el franquismo y sus herederos, nos dimos el 78, y que democráticamente,
pero respetándola y aplicándola, podemos cambiar. Pero antes hay que hacer
política cada día, día a día, gestionar las instituciones que en su aplicación
nos vamos dando, entre ellas la Generalitat de Catalunya.
Se gobierna desde el gobierno,
cierto, pero no debe olvidarse que mucho puede, y debería, incidir la acción
social colectiva. Por otra parte, al 50%-50% político no corresponde (ni en
cuantías ni en contenidos) un 50-50 social. Bueno sería no olvidarlo.
Compartiendo las consideraciones
diarias que desde el 21-D ha ido haciendo mi amigo José Luis López Bulla,
empecé estas notas con un intento de balance de los resultados del 21-D. Pero
renuncio, aunque no del todo, y apunto algunas cosas:
·
Las
izquierdas hemos fracasado. No sólo, o no tanto, por los resultados obtenidos,
sino por no haber sabido convencer a amplios sectores de las clases populares,
particularmente de la clase trabajadora, de las falacias (históricas y
actuales) del nacional-independentismo, por no haber afirmado con suficiente
convicción la unidad y solidaridad que resulta de nuestro común combate durante
años en el conjunto de España, por no haber sabido o querido colocar en primera
línea la respuesta a las reivindicaciones relativas a las cosas de comer.
· Las derechas, nacionalistas y unionistas han ganado cada
una en su ámbito, con una recomposición interna, más éstas que aquellas. El
fracaso del PP ha sido rotundo y parece que hemos de celebrarlo, hasta ver cómo
gestiona Ciudadanos su triunfo, aquí y en el conjunto del Estado.
El resultado electoral establece mayores
posibilidades y responsabilidades de gobierno para unos que para otros, aunque
todas las organizaciones, políticas y sociales, están obligadas a intervenir,
proponer, movilizar, negociar, pactar, … huyendo de locuras como las que parece
anunciar el ilustre “exilado” de Bruselas (además de su curiosa apelación al
rey desde su república) y de las provocaciones, unas ya perpetradas y otras
anunciadas, por parte del poder judicial español, con la fiscalía, de
dependencia gubernativa, en cabeza.
Pero de nuestro fracaso tienen
también responsabilidad, y quizás en no menor medida, las organizaciones
sociales, los sindicatos en primer lugar.
Responsabilidad, no por no haber
apoyado expresamente a uno u otro partido, sino por haber callado ante los
retos del momento, ignorando la necesaria defensa de los derechos e intereses
de los que pretenden defender, representar y organizar, como si a lo largo de
todo el “procés”, y en estas elecciones, no estuvieran en juego aspectos
importantes de los mismos. Su miedo a las inevitables tensiones internas que su
pronunciamiento pudiera provocar, les ha llevado a una grave renuncia cuyas
consecuencias se han traducido en las urnas al situar una confrontación
“transversal”, “independentismo-unionismo”, en lugar de social en torno a
programas de gobierno. Ya hemos visto su traducción electoral, pero en el
ámbito social, de la propia acción sindical, puede acabar siendo tanto o más
importante.
Ahora debería tratarse, desde
Catalunya en estrecha relación con las fuerzas de progreso de toda España, de
establecer líneas de acción política y social, recuperando el tiempo perdido,
sabiendo que hay 2 millones de catalanes que han creído que la “independencia”
era la solución que iba a resolver todos los problemas que se iban aplazando o
pudriendo (de libertades, políticos y sociales, de salario, de empleo, de
inversiones productivas, de vivienda, de salud, de formación, …, contra la
corrupción, …), pero que en algún momento pueden entender este error o las
prioridades sociales. Con ellos es preciso conectar desde el respeto y, aún, el
desacuerdo. 2 millones con los mismos problemas y las mismas reivindicaciones
que los demás.
Mucho tendrían que hacer para todo
ello las organizaciones sociales cuando la salida a la crisis (desde España, desde
Europa, desde este nuestro mundo globalizado) no puede abordarse desde las
proclamas; cuando ello exige ya, y exigirá en el futuro inmediato y mediato,
propuestas concretas de programa y de movilización, de concreta acción de
gobierno, de administración, de “res publica” en definitiva.
Desde esta perspectiva habrá que rediscutir también los contenidos y formas del
autogobierno de Catalunya, probablemente el del conjunto de las Comunidades
Autónomas, entendiéndolo como una cuestión importante, pero no única ni
prioritaria. En ningún caso la “república” como cuestión previa.
Romper el actual impasse, y los
aparentes proyectos de los aparentemente principales protagonistas, así como
las negativas inercias de los últimos años, no va a ser fácil, pero quizás lo
único que lo posibilite sea plantearse nuevas iniciativas. Un punto de partida
debería ser asumir los errores, las deficiencias de esta etapa, sin hacerse el
harakiri, pero intentando entender qué y por qué ha pasado. Para todo ello
desde el espacio social y político de la clase trabajadora corresponde afirmar
la identidad prioritaria de las fuerzas de progreso del conjunto de España en
nuestro común interés por avanzar en este nuestro país, de la propia clase en
primer lugar, con propuestas inmediatas en nuestro ámbito y con proyección
hacia el mayor espacio europeo y mundial.
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