Precisamente por ello es más lamentable
el nivel de incompetencia e irresponsabilidad de los que lo promueven y supuestamente
lo dirigen. Les ayuda sin duda la irresponsabilidad e incompetencia del
Gobierno del PP y su dependiente fiscalía, con la hazaña ahora de acusar de
“sedición” a los dirigentes de las dos entidades independentistas de masas cuyo
principal mérito hasta ahora ha sido en mi opinión haber sabido impulsar un
movimiento nacionalista, enorme, pacífico en alto grado, con escasísimos
momentos de pérdida de control por los que no se les puede ni debe
responsabilizar. Pero ya parecen “mártires”, otro logro de unos y otros.
Los dos Jordis, con la tripartita
alianza PDeCAT-ERC-CUP, han ciertamente impulsado el movimiento
independentista, vacío aún de todo otro contenido social o político. Y que ha
llegado a un impass importante del que no está claro que sepan cómo salir,
aunque puedan aún darnos nuevas muestras de incompetencia vestidas de “audacia”
y “astucia”.
Considero de un enorme interés
entender, y valorar, las movilizaciones del 11-S de los últimos años y
particularmente la del 1-O de éste, que no fue ciertamente un “referéndum”.
También la de ayer y la del próximo sábado. Pero algo muy importante sí han
sido, son. Porque mi profundo desacuerdo con sus contenidos, con la
independencia, no me lleva a no apreciar lo que están suponiendo. Por ello
precisamente me parece que lo peor para el futuro inmediato y mediato sería la
frustración de este movimiento, que pudiera sentirse engañado por “los
políticos”, por “la política”.
Estoy de acuerdo con los que plantean
que la lógica de nuestra historia, de nuestra positiva historia, Constitución
del 78 incluida, sitúa como principal sujeto político al pueblo español en su
totalidad. Y a él hay que apelar para modificar nuestra Constitución. Pero nada
impediría realizar primero, o paralelamente (en todo caso de forma autónoma)
una Consulta en Catalunya, que, debería (y podría) ser “políticamente”
vinculante, aunque no lo fuera “jurídicamente” de forma automática. Ello supone
evidentemente el acuerdo para su convocatoria (y para la asunción –política- de
sus resultados como garantía de seriedad y significación) por parte de las
principales instituciones y fuerzas políticas y sociales del Estado y de la
Comunidad Autónoma, Gobierno y Govern del momento incluidos. Una convocatoria,
y el acuerdo para la misma, que debería incorporar las garantías democráticas
de pregunta (no es secundario), censo, campaña, escrutinio, …
En el supuesto de que saliera
mayoritaria la “independencia” (aún evitable, en todo caso no inevitable),
habría que adaptar la Constitución para aplicar el resultado de la negociación
que ello exigiría, una negociación y un resultado que tendrían que ir más allá
de la plasmación del simple “derecho a la secesión”. Todo ello en el marco de
la Unión Europea, con una baza en la
negociación que sería la disposición de España a apoyar la “permanencia” de
Catalunya en la Unión, partiendo de algo a no olvidar como es la distinta
significación hoy de las fronteras en esta Europa, de las heredadas de algunos
siglos pretéritos.
No planteo pues mi propuesta como aplicación
del sacrosanto principio general (o dogma) de la autodeterminación, sino como
solución política al actual conflicto tras el muy importante proceso
movilizador desarrollado en Catalunya desde 2010. La también importante
movilización “unionista” del 8 de octubre tiene un indudable interés, pero, en
la medida que se contrapone al 1-O y sus antecedentes (aunque no alcance su
nivel), no hace más que abundar en mi opinión en la necesidad de resolverlo
principalmente desde la propia sociedad catalana y mediante una votación. Me
temo que solamente unas nuevas elecciones al Parlament de Catalunya, las
convoquen unos u otros, nos dejarían igual, o casi, a como estamos ya, aunque
podrían suponer una actualización de la foto y nos tendrían entretenidos una
temporadita.
Quizás (probablemente) todo ello exige
otro gobierno en España (me niego a considerar que no es posible) y también en
Catalunya. Plantearlo así apunta a que no se trataría de una “solución”
inmediata, pero situaría un itinerario que puede contribuir a construir o
desarrollar la o las fuerzas políticas que puedan culminarlo. Y ahí es donde
entiendo que los “comunes”, además de repetir lo del “referéndum pactado”,
deberían pronunciarse con claridad sobre contenidos, no sólo sobre
procedimientos, es decir contra la independencia. Así sí, así serían más
“transversales” todavía, y probablemente podrían sumar a un sector del 1-O y
del 8-O, además del más reducido aún del 7-O. O al menos intentarlo. ¡Hacer
política en definitiva!
En este contexto una gran
responsabilidad le corresponde al PSOE, PSOE-PSC, en su posición de bisagra que
parece desempeñar. Y a los sindicatos, desde la defensa coherente de los
intereses sociales y políticos de los colectivos que les corresponde organizar
y representar.
¿Utopía? ¿Política-ficción? Quizás,
pero no se me ocurre otra.
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